J.J. Abrams, el revitalizador de las sagas espaciales
Entre el 'Halcón Milenario' y la 'Enterprise'. Un hombre capaz de unir a jedis y trekkis
Aser Falagán
Miércoles, 16 de diciembre 2015, 12:45
Que un trekker dirija la tercera trilogía suena a anatema. Como el día en que Figo fichó por el Madrid. Mal rollo. Pérdida de inocencia. Pero si el trekker de turno es J.J. Abrams, la cosa mejora. Además, a estas alturas ya parece claro que el creador de 'Perdidos' tiene claro que quería dirigir un western. De nuevo sube la cotización. Porque, por si alguien no se había enterado aún, toda la saga es un enorme western por capítulos. O una de samuráis, que no es otra cosa que la versión japonesa de los westerns. O incluso una novela de Marcial Lafuente Estefanía. Pero con un poder de atracción casi místico; como el del lado oscuro.
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Está por ver si Abrams es capaz de inyectar nueva magia a una serie que trasciende a sí misma y ha sido capaz de crear una mitología tan abrumadora que supera a la historia en sí. De momento ya ha demostrado ser el más listo de la clase al echarse como colega a Lawrence Kasdan, guionista de 'El imperio contraataca' y 'El retorno del Jedi' y director de la primera. Cierto es que los guiones presentan alguna tara y los personajes parecen algo planos, pero al bueno de Larry le había caído el marrón de continuar una historia terminada, como lo era una original 'Star Wars' a la que después hubo que buscar secuelas y precuelas. Ahora tiene la ocasión de cerrar definitivamente el círculo y a la vez el reto de volver a continuar una narración que ya había llegado al desenlace. Por segunda vez. Falta por comprobar si Abrams consigue atar todos los cabos sueltos, a menos que haga como en 'Perdidos' y obvie todo lo que no le venga bien para dejar el guión sin resolver en una trampa narrativa.
Pero si de algo sirvió la historia del vuelo 815 de Oceanic fue para comprobar que Abrams sabe crear ambientes que sobrepasen la propia narración en un universo místico, creando esa escenografía casi religiosa que envuelve en un aura trascendente ese western de toda la vida -y de serie B- que son las desventuras de Darth Vader, simultáneamente protagonista -que no héroe- y antagonista de la saga. Y eso es lo que ha elevado a 'Star Wars' a la categoría de mito.
Que Abrams es un director que se desenvuelve cómodamente en la ciencia ficción y la acción también está demostrado, pero esa misma experiencia puede resultar un arma con más filos que la espada de Kylo Ren, como ya ocurrió en un Episodio 1 a veces devorado por sus propios efectos especiales. También está por ver otra golosina solo apta para los paladares más selectos: el casi obsesivo tratamiento de los colores que el director de la tercera trilogía desarrolló en 'Perdidos', donde su planteamiento de la luz y el color, su juego entre el blanco y el negro, se convirtió simultáneamente en un tratado de lenguaje audiovisual y retórica narrativa. Si en la isla había un Jacob (blanco) y un humo negro (negro, por supuesto), aquí hay jedis y un lado oscuro, con lo que la comparación se brinda en bandeja.
El caso es que Abrams, un director forjado en la acción con sus misiones imposibles, y que además ha acreditado solvencia como guionista a pesar del bodrio de 'A propósito de Henry' -protagonizada, por cierto, por un Harrison Ford que en aquellos primeros noventa abjuraba de Han Solo- tiene potencial sobrado para alimentar una saga sobrevalorada en su primera trilogía, deficiente en la segunda y, aun así, antológica e imprescindible por esa iconografía que ha conseguido crear a su alrededor.
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Pero, puestos a pedir, no estaría de más un crossover con 'The Fringe' en el que el doctor Peter Bishop descubriera un universo paralelo en el que Jar Jar Binks muere asesinado. Muchas veces. Todas.
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