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Poco se puede añadir sobre las dificultades actuales de las empresas que no estemos leyendo, viendo o escuchando a todas horas. Restricción casi total de ... la oferta y la demanda, problemas de suministros, incremento del desempleo... La pandemia, unida a la restricción de movilidad y el consumo, ha lastrado la economía mundial con efectos no vistos en épocas de paz. Además, la situación se está alargando más de lo previsto por las posteriores olas y nuevas variantes del virus, como reflejan los datos del primer trimestre de 2021.
Por eso, es hora de hablar menos de dónde nos deja la pandemia y más de cómo conseguir salir de esta situación.
En este sentido, el informe de KPMG Perspectivas España 2021 señala que, si bien el 61% de los empresarios espera que su facturación aumente este ejercicio, la gran mayoría lo identifica como de transición y no espera llegar a la situación previa a la pandemia hasta 2022. Y eso mismo reflejan todas las estimaciones realizadas por las diferentes instituciones, servicios de estudios de grandes entidades financieras y organizaciones internacionales.
Se han activado numerosos medios para ayudar a las empresas a salir del túnel, como son los fondos europeos, ayuda de la SEPI, ICO, nuevos préstamos, nuevos planes de I+D, colaboraciones con otras empresas o inversores, por citar los más relevantes. Pero, aunque hay material suficiente para un artículo amplio sobre los medios, en este caso prefiero poner el foco en una cuestión que solemos dejar un poco de lado y que es fundamental para la obtención de esos medios: la confianza.
La confianza que la empresa consiga transmitir a los diferentes participantes (administraciones, entidades financieras, accionistas, fondos de inversión…) va a resultar crucial para el éxito de la puesta en marcha de las medidas a adoptar. Y gran parte de esa confianza se basa en la información económico-financiera que cada empresa distribuye a los diferentes agentes y grupos de interés.
Para impulsar ese reto, que aporta buenos dividendos, la empresa en general, y no solo las grandes corporaciones o las empresas cotizadas, tiene la ocasión de plantearse si está satisfecha con su nivel de transparencia y, en su caso, realizar un esfuerzo significativo en mejorarla, así como avanzar en la calidad de la información corporativa con el objetivo de ganarse la confianza del mercado sobre la veracidad de sus afirmaciones, planes y promesas.
Todavía no hay métricas económicas fiables sobre el beneficio de ganarse esa confianza, aunque es fácil hacerse una idea de lo relevante que puede llegar a ser y sus consecuencias positivas (reducción de costes financieros, obtención de ayudas, mejora de la imagen corporativa…).
Y es en este contexto donde la función del auditor cobra una importancia trascendental, siendo básica su contribución en la generación de confianza externa hacia la empresa y también de forma interna.
Pero no es suficiente solo con disponer de un auditor. Hace falta que el auditor sea capaz de transmitir esa confianza tanto a la propia empresa como al mercado en general.
¿Y para ello, qué es necesario? A mi juicio, las características principales que debe demostrar un auditor para ganarse la confianza de los diferentes agentes serían las siguientes: conocimientos tanto de la normativa y las diferentes regulaciones como de la propia empresa y su negocio, cercanía y experiencia.
Conocimientos técnicos porque las normas contables y de auditoría cada día son más complejas y cambiantes. Cercanía en el sentido presencial y de poder entender toda su complejidad y poder tomar decisiones en el momento adecuado. Y experiencia porque, como en todos los ámbitos, para poder tomar decisiones difíciles no hay nada más útil que haber pasado por circunstancias similares.
Por todo ello, es más necesario que nunca que las empresas y sus responsables sitúen entre los intangibles más valiosos la transparencia de la información que envían al mercado, y con relación a su auditor, lo seleccionen teniendo en cuenta sobre todo la confianza que transmiten tanto a ellos mismos como al resto de los agentes económicos.
Ahora que, en este difícil 2021, en KPMG cumplimos 50 años de experiencia aportando confianza e impulsando el cambio del tejido empresarial, es un buen hito para reflexionar sobre el hecho de que las empresas vascas deben seguir avanzando por la senda de la confianza.
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