ILUSTRACIÓN: Tomás ondarra

Teología o tecnología

El Foco ·

Ambición climática, sí. Pero con inteligencia. Debemos garantizar el suministro de todas las fuentes de energía. Si no, el colapso lo pagarán las familias y el empleo industrial

Sábado, 13 de noviembre 2021, 23:48

El recibo de la luz va a subir este año. La factura del gas alcanza precios elevados. Muchas plantas industriales han tenido que parar al ... no poder funcionar con unos precios energéticos desorbitados. Nos dicen que los altos precios se deben al mercado del gas, a los pagos por el CO2 y a un mercado eléctrico que fija el precio con la energía más cara que se produce en cada momento. ¿Son el mercado del gas y el precio del CO2 dos variables que pasaban por ahí o son consecuencia de nuestras decisiones? Hay un elefante en medio de la habitación y nadie habla de él. Queriendo resolver una necesidad real, como es la amenaza del calentamiento global, hemos creado una crisis a muchas familias y a muchas industrias, amenazando incluso la recuperación económica.

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Se acaba de aprobar una Ley de Cambio Climático en España que prohíbe la exploración de nuevos yacimientos de gas natural. Por otro lado, la Comisión Europea trabaja en un mecanismo, llamado extrañamente 'taxonomía', que debate en este momento que se pueda penalizar la financiación de las actividades de exploración y producción de gas. El consumo de gas natural sigue creciendo, pero las empresas productoras no tienen incentivos para invertir y producir más. Con la salida de la pandemia, este fenómeno es más acusado. Al no haber producción suficiente de gas, el precio sube desorbitadamente porque hoy no hay alternativa al gas natural. Algunos responsables políticos europeos ponen cara de asombro ante estos precios. Quizá habría sido mejor que, a la hora de diseñar la transición energética, hubiesen utilizado menos ideología y teología, y más tecnología.

Algunos de ustedes pueden pensar que este alto precio de la electricidad y el gas para las familias y el golpe a la industria son males necesarios para reducir las emisiones de CO2 y combatir el cambio climático. Podría tener argumentos de tipo moral, social o económico para rebatirles. Pero me quedo con uno medioambiental: los altos precios del gas están dificultando la producción de electricidad con este combustible en muchos países. Sencillamente, es demasiado caro. Así, las plantas de generación eléctrica que pueden cambiar del gas al carbón se pasan al carbón. ¿El resultado? Las emisiones de CO2 en el mundo crecerán este año porque el carbón para producir electricidad emite el doble de CO2 que el gas natural. Penalizar irracionalmente los hidrocarburos no sólo empobrece a las familias y destruye empleos, sino que también agrava el calentamiento de la Tierra.

El precio del CO2 también encarece nuestra factura de la luz y lastra la industria. Creo que es correcto y bueno pagar por el CO2 que emitimos para ir promoviendo formas de energía con menos impacto en el clima. ¿Cuál es entonces el problema? El primero, que en sólo cuatro años ese precio se ha multiplicado ¡por diez! Es además un mercado que la Comisión Europea puede mover a su antojo aumentando los derechos de CO2 y bajando el precio. Pero, como los inversores financieros saben que en este ejercicio de voluntarismo ideológico la Comisión está haciendo exactamente lo contrario, especulan invirtiendo en estos derechos, que suben aceleradamente, impactando en el coste de la electricidad. En un contexto de emergencia energética como la que vivimos, la Comisión Europea, de forma temporal, debería poner más derechos de CO2 en el mercado. El efecto en la bajada del precio de la luz se vería en pocas horas.

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Es, además, dramático que los altos precios del CO2 en Europa provocan que muchas industrias europeas de sectores como el acero, el papel, la química o el refino compitan con dificultad con empresas turcas, indias o chinas que no pagan esos derechos. El resultado final puede ser que cerremos nuestra industria europea, exportemos los empleos a esos países, terminemos consumiendo su acero y su papel, y aumentemos las emisiones de CO2 en el mundo (el CO2 no tiene ningún efecto negativo local; es lo mismo que se emita en Zumarraga o en Shanghai). ¿Por qué? Porque esas plantas de otros continentes son normalmente menos eficientes desde un punto de vista energético que las nuestras y emiten más CO2. En Europa sacamos pecho, felices, porque hemos reducido nuestras emisiones. Pero en realidad las metemos debajo de la alfombra. Las exportamos a otros países, perjudicamos al planeta y de paso destruimos nuestro empleo industrial.

Debemos repensar la transición energética para hacerla justa, competitiva y eficiente

Ambición climática, sí. Pero con inteligencia. Y, sobre todo, con tecnología. En primer lugar, debemos garantizar el suministro de todas las fuentes de energía, incluido el petróleo y el gas. Si no, no habrá transición, habrá colapso, y lo pagarán las familias y el empleo industrial de nuestros países. Además, debemos fomentar la neutralidad tecnológica. ¿Qué significa esto? Que debemos promover todas las tecnologías que ayuden a reducir las emisiones de CO2 y apostar por las más baratas. Prohibir el motor de combustión es frenar el desarrollo de los biocombustibles, los combustibles avanzados o los combustibles sintéticos con emisiones cero de CO2. No sólo va a destruir nuestra industria de automoción, sino que va a dificultar el esfuerzo por reducir emisiones de CO2.

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El esfuerzo de descarbonizar los combustibles líquidos nos va a permitir descarbonizar también los aviones, los barcos o los camiones, para los cuales hoy no hay tecnología eléctrica. Porque descarbonizar, aunque los 'lobbies' de las eléctricas lo repitan cada día, no es solamente electrificar. Es también descarbonizar los líquidos que nos van a permitir tener motores de combustión con emisiones netas cero.

Apliquemos la neutralidad tecnológica haciendo que todas las tecnologías compitan. Si en cinco años podemos hacer tecnológicamente un motor de combustión en el que las emisiones sean inferiores en todo su ciclo de vida a las de un coche eléctrico, ¿por qué prohibirlo? ¿Por qué restringir la tecnología?

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Debemos repensar la transición energética para hacerla de verdad justa. Justa significa competitiva y eficiente. Justa significa mantener el empleo industrial y crear puestos de trabajo industriales. Justa significa oportunidades en nuestro tejido industrial y tecnológico para los jóvenes.

Nuestra responsabilidad con la sociedad y con las generaciones futuras es dejarles empleos de calidad y un porvenir vital, además de un planeta neutro en emisiones de CO2. Podemos combinar las dos cosas basándonos en las capacidades industriales y tecnológicas de nuestro país. Lo podemos hacer impulsando una transición energética con más tecnología y con menos teología.

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