La huelga minera de 1890 y la modernización vasca
Hace 135 años, el paro en las minas y zonas fabriles fue el primer acontecimiento de masas y de clase en la Euskadi contemporánea
Sara Hidalgo García de Orellán
Profesora de Historia Contemporánea UPV/EHU
Miércoles, 14 de mayo 2025, 00:01
El 13 de mayo de hace 135 años, la Vizcaya industrial bullía como nunca. La pujanza de esta zona sumada a la fuerza social y ... política de un naciente movimiento obrero dieron forma a uno de los acontecimientos políticos más importantes de finales del XIX, no solo en este territorio, sino en toda España.
La minería era uno de los motores económicos de la zona a la altura de 1890. Miles de obreros mineros horadaban a diario los montes de Triano, en condiciones laborales brutales, a destajo a veces, escuchando insultos del capataz, y en un clima de embrutecimiento absoluto. Cuando acababan la jornada, su experiencia no mejoraba.
A menudo, los que llegaban en busca de trabajo entraban en un sistema mafioso según el cual, para ser contratados, tenían que dormir y abastecerse de víveres en locales preacordados con el capataz, que a menudo se llevaba una comisión por la transacción. Huelga decir que la calidad de la comida era pésima, rozando muchas veces la podredumbre, y que las condiciones higiénicas y de habitabilidad era deplorables: «¡Aquí no pueden vivir ni los cerdos!», se le atribuye al general Loma cuando vio los barracones y cuarteles, como entonces se denominaba a aquellos espacios.
Por entonces, además, el PSOE había hecho su incursión ideológica, y en 1886 se había fundado la Agrupación Socialista de Bilbao, seguida de otras en la zona minera. Aunque al principio apenas tuvieron predicamento, el 1º de mayo de 1890 -trasladado al día 4 por ser domingo-, la primera fiesta del trabajo que se celebraba tras el acuerdo en la II Internacional, lograron agrupar bajo su bandera a miles de obreros de distintos sectores. Su éxito fue absoluto en Bilbao y en la zona minera. Las palabras de Facundo Perezagua, el primer e indiscutible líder socialista del momento, calaron hondo en muchas conciencias obreras, que comenzaron a percibir la realidad y su experiencia de un modo diferente.
La solidaridad de clase, la lucha obrera, las reclamaciones laborales y la reivindicación de ser tratados como seres humanos fueron elementos pivotales en la identidad obrera y socialista de aquellos hombres y mujeres, y marcaron irremediablemente al primer socialismo vasco.
Con estos mimbres, no es raro que unos días más tarde del 1º de Mayo, cuando la compañía La Orconera despidió a cinco trabajadores que habían participado en la organización de la festividad con el Comité Socialista, la zona minera rugiera de indignación. El terreno estaba abonado, así que no es raro que las reivindicaciones fueran: libertad para pernoctar y abastecerse donde mejor conviniera a cada cual, fin del trabajo a destajo, reducción de horas y readmisión de los despedidos.
Por su parte, el Partido Socialista pronto tomó la batuta y se convirtió en portavoz y negociador de la causa obrera. Como cuentan las crónicas de la época, no fue difícil ir sumando adeptos a la causa. Primero los de La Orconera, pero enseguida las minas colindantes fueron parando, y a las pocas horas se contaban por miles los obreros en huelga. La situación empezó a inquietar a las autoridades, que enviaron a las fuerzas de seguridad, pero no pudieron impedir que muchos trabajadores fabriles, especialmente los de Altos Hornos, pararan al grito de «Es de traidores abandonarnos». Estos manifestaron que su paro venía motivado por el «espíritu de compañerismo y porque defendemos los derechos de nuestros hermanos de las minas», toda una declaración que superaba la solidaridad sectorial y creaba una mucho más amplia, la de clase.
La huelga terminó a los pocos días. El general Loma, encargado de mantener el orden, forzó a la patronal a aceptar las reivindicaciones obreras. Además de comparar aquellas viviendas con habitáculos para cerdos, Loma censuró a la patronal que no quisiera negociar, y se ganó el favor obrero al ser una de las primeras autoridades en escuchar y atender sus reivindicaciones. La confianza depositada por aquellos en él fue también importante para desatascar las negociaciones.
Al final la patronal tuvo que aceptar los puntos demandados, recogidos en el Pacto Loma. Eso sí, ni la palabra dada ni la paz duraron mucho. Al año siguiente volvieron a producirse paros con las mismas reivindicaciones, prueba de que las prácticas que habían llevado a la movilización seguían produciéndose.
Esta huelga fue el primer gran acontecimiento de masas y de clase en la Vizcaya industrial. Fue el advenimiento del Partido Socialista a la política de masas y uno de los hechos que marcarían la modernización social y política del País Vasco,como una primera piedra de lo que luego sería el pluralismo político. El paro fue uno de los grandes acontecimientos de la Euskadi contemporánea, y por ello es bueno recordarlo a los 135 años de su suceso.
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