(Re)pensando la transición energética

Afrontamos un cambio de era en el que es necesario acertar

Luis M. Varela y Teófilo Rojo

Lunes, 9 de mayo 2022, 00:27

Hoy se celebra en Bilbao (Bizkaia Aretoa), bajo el patrocinio del Ente Vasco de la Energía y tras la de su fundación en Santiago de ... Compostela, la segunda reunión del Seminario Permanente de Transición Energética y Competitividad Industrial (Spertus), un foro interdisciplinar de expertos en los más diversos aspectos de eso que se ha dado en llamar transición energética. Existe una correlación total entre consumo energético mundial, población y PIB, pero también con la cantidad de personas que viven en democracia, con los servicios de salud de los que disponen y, consecuentemente, con su esperanza de vida. El despliegue industrial ha generado nuestras actuales sociedades de consumo y bienestar. ¿Precio a pagar? Enormes flujos de energía, un insostenible impacto en el medio ambiente y los cada vez más frecuentes e intensos conflictos -fríos, pero también calientes, como lamentablemente vemos en Ucrania- por el acceso a las reservas de energía y materias primas, que previsiblemente se acentuarán durante la transición.

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Por todo ello, Europa ha puesto en marcha un imparable proceso de transformación del conjunto de la infraestructura energética hacia un modelo más sostenible y climáticamente neutro, basado en las energías renovables. En este proceso sistémico tiene lugar una rápida destrucción de amplios sectores de la industria tradicional, con el consecuente riesgo de desindustrialización y obsolescencia económica en aquellas regiones que no realicen en tiempo y forma las reformas necesarias.

El impacto económico e industrial de estos procesos se prevé colosal solo en esta década. España en general, y Euskadi en particular, verán afectados importantísimos sectores de su economía, como la automoción y su industria auxiliar o el propio sector energético, que sufrirán impactos que pueden afectar a más de un 50 % de sus procesos actuales. Pero otros sectores básicos como el siderúrgico, el químico, el naval, el textil o el aeroespacial verán seriamente perturbadas sus formas de funcionamiento tradicional. Ir demasiado deprisa implica fuerte sufrimiento económico y social a corto plazo, pero a la vez la oportunidad de liderar el proceso. Ir demasiado despacio, la desindustrialización.

No es la primera transición energética que hemos afrontado como especie, pero sí es la primera vez en la historia humana que nos disponemos a la conversión del completo sistema productivo y de organización social desde una fuente abundante y continua (combustibles fósiles) hacia fuentes de energía sostenibles, pero intermitentes y no disponibles a nuestra voluntad. Un proceso de tales dimensiones puede requerir un cambio en nuestros patrones de crecimiento-consumo. El funcionamiento actual de los países de la UE requirió en 2019 -último año prepandemia- 983 millones de toneladas equivalentes de petróleo de energía primaria, un 68% de la cual procede de combustibles fósiles. La consecuente producción de CO2 fue de 2540 millones de toneladas en 2020, un 13% menos que el ejercicio anterior, aunque haya de tenerse en cuenta el efecto de la pandemia, y un 27 % menos que el máximo histórico de 1977. ¿Insostenible? Quizás. Además, la UE importa el 58% de su energía primaria, lo que constituye un importantísimo reto de seguridad energética para sus miembros, crucial en el contexto de abierta guerra energética que vivimos.

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Las renovables emergen como las futuras fuentes esenciales de energía, aunque eventualmente convivirán durante un tiempo largo con combustibles fósiles, y con el más que probable surgimiento de combustibles sintéticos verdes, alimentados también con hidrógeno verde producido a partir de ellas, que insuflarán nueva vida a los motores térmicos. La industria afronta el reto de reinventarse e incorporar de forma masiva nuevas fuentes de transformación y acumulación de energía como baterías, supercondensadores, pilas de combustible, electrolizadores de H2, etcétera, esenciales para mantener los compromisos de lucha contra el cambio climático y, a su vez, para reinventar su industria.

Este contexto de enormes retos, pero también de enormes oportunidades de liderar la industria del futuro, exige una definición estratégica precisa de objetivos, de un mix energético apropiado y sostenible, del desacoplamiento de crecimiento y consumo energético… Para ello son necesarios conocimientos detallados en la frontera en tecnologías de transformación y acumulación energética, materiales, y de su frenética evolución, así como un análisis profundo de los cambios económicos, sociales y culturales que sufrirá nuestra sociedad para ajustar los ritmos de transición de los diferentes sectores. Afrontamos un momento de cambio de era. Nos conviene acertar.

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