La religión a la carta de Meloni
Habrá tensiones entre la Iglesia y el futuro Ejecutivo italiano, al que el Vaticano emplaza a gobernar «al servicio de todos, empezando por los más débiles»
Cuando Juan Pablo II fue elegido Papa en 1978, su primera salida a Roma fue a una parroquia de la Garbatella, un barrio popular con ... fama de izquierdista. En esa zona de la ciudad, entonces pobre y ahora 'castiza' (se realizan visitas guiadas), se curtieron los promotores de la comunidad de San Egidio dando clases a los hijos de familias con pocos recursos; entre ellos, un jovencísimo Matteo Zuppi, hoy arzobispo de Bolonia, presidente de los obispos italianos y cardenal fijo en las quinielas para suceder a Francisco en un futuro cónclave. En ese mismo barrio, que fue un bastión del antifascismo, nació hace 45 años Giorgia Meloni, líder de Fratelli d'Italia, un partido con nostalgia neofascista.
Zuppi y Meloni coincidieron en el Meeting de Rímini, la gran cita veraniega que reúne cada año a miles de católicos, convocados por el movimiento conservador Comunión y Liberación (CyL). También participó Mario Draghi, pero, como ha señalado Javier Solana, la dirigente de la derecha extrema ha dado una gran zancada en dirección contraria a la que llevaba el primer ministro de Italia en funciones. La estrella fue Meloni, siempre con su crucifijo al cuello, con un discurso en el que mezcló la religión con la patria, una neoteología sobre la que ha advertido Zuppi. La derecha europea ultra enarbola el cristianismo porque considera que el elemento religioso forma parte de la identidad hispana (Vox) y occidental.
«Yo soy Giorgia. Soy una mujer. Soy una madre. Soy italiana. Soy cristiana». Meloni ha sacado a pasear su fe, aunque sin las estridencias de Salvini, cuya conducta fue afeada en su día por la Iglesia. Pero también ha instrumentalizado la religión para pescar votos en el caladero católico. En uno de sus videos electorales aparecían de fondo imágenes de Juan Pablo II y de la madre Teresa de Calcuta. «Cuando un político echa mano de los símbolos religiosos en un mitin, no hace más que elevar una señal de humo destinada a un electorado desconcertado por la globalización y la crisis económica», asegura el periodista Iacopo Scaramuzzi, autor de '¿Dios? Al fondo a la derecha' (Emi).
El Vaticano se ha mostrado prudente y evitó intervenir en la campaña electoral, aunque los mensajes del Papa iban en la dirección contraria a los que lanzaba Meloni. La dirigente hiperconservadora hablaba de frenar la inmigración y reclamaba mano dura, mientras Francisco invocaba la misericordia y alertaba contra quienes pretenden «levantar muros frente a nuestros hermanos». Así se pronunció la misma mañana de la jornada electoral, en una visita a Matera. Pero la cuestión social es una cosa y la defensa de la familia tradicional y el rechazo del aborto son otra, y ahí sí ha habido sectores eclesiales que han aplaudido el discurso de la ultraderecha, como sucedió en Francia.
¿Tenía que haber sido la Iglesia italiana más proactiva a la hora de cortocircuitar mensajes dañinos para la democracia y los derechos humanos? Los pecados de omisión se terminan pagando. A toro pasado, ha sido Zuppi el encargado de valorar los resultados electorales: «Necesitamos más ideas y menos ideología», ha reclamado el jefe de los obispos italianos, frustrado por el desencanto de un país que se siente traicionado por la clase política. Qué tiempos aquellos cuando las dos grandes fuerzas italianas, la Democracia Cristiana y el Partido Comunista, pilares del sistema político y líderes del antifascismo democrático, eran capaces de alcanzar alianzas hasta que la corrupción y el terrorismo de la Brigadas Rojas hicieron descarrilar el «compromiso histórico».
El cardenal Zuppi, muy cercano al círculo de confianza de Francisco, tendrá que lidiar con el nuevo Gobierno de Meloni, a la que no ha felicitado, al menos de manera pública. Ya la ha emplazado a cumplir su mandato como «una alta responsabilidad, al servicio de todos, empezando por los más débiles y con menos garantías». También ha adelantado que el diálogo con el Ejecutivo estará siempre basado en la doctrina social de la Iglesia, es decir, «la defensa de la persona y de los derechos individuales». Y Meloni, que tuvo la caradura de invocar a san Francisco de Asís en la misma noche de su triunfo electoral, propone rebajar las ayudas a los más desfavorecidos.
Los principios que proclama Zuppi chocan con los que defiende Meloni, que prefiere un Evangelio a la carta. Y muchos están en las antípodas de los que proclama Francisco. El Papa ya se negó a recibir a Salvini cuando era ministro del Interior, y condenó «las respuestas fáciles» del populismo, que entendió como un retroceso de la democracia. Habrá tensiones entre la Iglesia y el Gobierno de Meloni, sabido que el Vaticano también juega en la política italiana, impregnada del hecho religioso. De momento, Zuppi no ha cerrado las puertas a Meloni. Esta nueva 'patata caliente' se suma a su gestión para auditar la pederastia eclesial, dos asuntos que serán tenidos en cuenta a la hora de la 'successione'.
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