La relevancia de las fiestas

No solo crean y fortalecen vínculos sociales, sino que responden auna necesidad de ritual, de encuentro, de efervescencia y de expresión

Viernes, 26 de agosto 2022, 00:02

La fiesta suele ser considerada a menudo una actividad no solo baladí, sino fútil; por lo tanto, prescindible. Pero, bien al contrario, particularmente los antropólogos ... han demostrado que es un elemento esencial de la creación y fortalecimiento de vínculo en las sociedades humanas. (Sigo en parte de este artículo a la antropóloga Emmanuelle Lallement).

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La fiesta no necesariamente rima con borrachera, consumo de droga ni violencia, aunque en demasiadas ocasiones tales elementos forman parte de ella. La fiesta desborda lo cotidiano, aun viviéndola en la cotidianidad de la sociedad. Así ocurre con las de Vitoria, Bilbao, Donostia e Iruña. Están programadas. Suceden en determinados momentos del año, y tienen momentos y espacios clave con sus propios iconos que sirven para la identificación y fusión colectiva de los ciudadanos: Celedón en Vitoria, Marijaia en Bilbao, el cañonazo en Donosti, el txupinazo en Iruña, aunque aquí el toro es el icono. Los momentos festivos son ciertamente paréntesis de efervescencia, de jolgorio, de multitudes, superando las relaciones sociales habituales, más distendidas. Además, sirven para mantener el orden social y acrecentar el vínculo social.

Los momentos festivos, las fiestas, son asimismo dispositivos organizados, constreñidos en normas y reglas. No se trata de hacer cualquier cosa. También en las fiestas hay normas que cumplir. En las del presenta año se ha insistido mucho -¿demasiado?- en los pinchazos, en su inmensa mayoría a chicas. Al comienzo se pensó que tenían un objetivo sexual, adormeciéndolas. A día de hoy no parece que ese haya sido el fin. ¿Cuál entonces? Hace quince o más años, hubiera hablado de violencia gratuita, la que no tiene por objetivo una finalidad política, social, cultural, etc. Hoy se habla de violencia machista, violencia de poder del hombre sobre la mujer. No las descarto en absoluto. Pero espero una información fidedigna de agentes de seguridad y protección ciudadana, con los perfiles de los violentos que actúan de ese modo.

El cuerpo a cuerpo, el baile, la energía que surge en la fiesta es una necesidad; para uno mismo, pero también para el vínculo social en general. Y tanto más cuando ese lazo social está en proceso de realización, cuando vives los momentos más importantes de tu socialización, durante tu juventud, por lo tanto. Se es joven una sola vez en la vida. Aunque no solamente los jóvenes disfrutan de la fiesta. También los adultos y las personas mayores, aunque no todos, obviamente, de la misma manera. Por ejemplo, los bullicios nocturnos con altavoces atronadores a altas horas de la noche molestan, y no poco, a los lugareños próximos. Sin olvidar a dos categorías de personas que no disfrutan de las fiestas: quienes tienen que trabajar en servicios públicos y quienes, de entrada, las rechazan por ciertas incomodidades; de tráfico, por ejemplo.

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Vivimos un período en el que, recién superada la pandemia, podemos hacer un balance de nuestros miedos. Ocupan un espacio no solo en nuestros pensamientos, sino también en nuestras prácticas diarias. Pero bastante menos en las fiestas, para lógica preocupación de los médicos, del personal sanitario y de la Administración. Aunque todos nos vemos afectados, en el sentido profundo del término en las múltiples dimensiones de nuestra vida íntima y social, en las fiestas, con más probabilidad que en la vida cotidiana, se abren horizontes imaginarios de cada cual, horizontes que son ciertamente limitados, pero también muy abiertos y creativos.

De ahí, también, que la incertidumbre parece ser el fenómeno antropológico contemporáneo, según Lallement. También en el Forum Deusto le dedicamos unas quince sesiones bajo el lema 'Las incertidumbres de nuestra sociedad'. Por mi parte, creo que la incertidumbre genera aún más la necesidad de rituales. Lo estamos constatando en la rutinización y ritualización de la vida.

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En este contexto, la fiesta responde a esta necesidad de ritual. Es ciertamente un paréntesis, una salida sin duda, pero con dudas, que tratamos de aplacar en la fiesta. Con rituales. Pero, insisto, responde también a esa necesidad de encuentro, de efervescencia y también de expresión: expresión de deseos, de identidades, incluso expresión de resistencia; por lo tanto, de expresión política.

Nuestra época tiene la característica de que provoca tanto el repliegue en sí mismo como, a la vez, manifestaciones colectivas de euforia e identidad.

Nuestra vida «en pugna», hecha de prohibiciones, restricciones y miedos, nos hace añorar un mundo anterior, que tampoco era una edad dorada. ¿Revivir o reencontrar? ¿Revivir o reconectar? Toda la gama del 're', sin duda, será ensayada, discutida, y haremos de ella un uso social, simbólico, político, cultural, religioso. Revivir, reencontrarnos, aprender a vivir juntos. Las fiestas pueden ser una excelente experiencia para ello.

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