Opinión

El primer objetivo, o al menos el número 18

La Agenda 2030 no dedica una sola línea al mayor reto que afrontamos como personas y como sociedad: el envejecimiento

Rafael Carriegas

Presidente de la Fundación Miranda de Barakaldo

Lunes, 27 de mayo 2024, 00:05

La idolatrada Agenda 2030, aprobada en 2015 por la Asamblea de Naciones Unidas, promueve, con el propósito de transformar nuestro mundo, 17 Objetivos de Desarrollo ... Sostenible. Estos objetivos se concretan en 169 metas. Cualquier confiado lector probablemente pensará, porque es de sentido común, que esos horizontes, así como las estrategias diseñadas para llegar a ellos, podrán transformarse, matizarse o modificarse con el paso del tiempo con los cambios estructurales que eventualmente se produzcan. Y que de esa manera puedan adaptarse a las nuevas realidades que cada día se presentan en nuestras vidas.

Publicidad

Grave error. La Agenda 2030 es un paquete integrado e indivisible, como se repite en numerosas ocasiones en su redacción, que no permite hacer observaciones ni tomarla parcialmente. Esta Agenda pues, se constituye en un nuevo credo de obligado cumplimiento que resta autonomía y libre pensamiento a las personas y a los países y que, o bien se asume en su totalidad, o bien quien decida plantear una crítica o reflexión que suponga una alteración de la misma se sitúa automáticamente en la autoexclusión social.

No hablo del déficit de las pensiones ni del gasto sanitario, hablo de personas, todos y cada uno de nosotros

Leyendo y releyendo el texto, que tiene vocación, como ha quedado dicho, de transformar el mundo y proyecta un alcance nada menos que universal, sorprende sobremanera que no dedique una sola línea al asunto que, bajo mi humilde punto de vista, es el más importante reto al que nos enfrentamos como personas, como sociedad y como Humanidad. Me refiero al envejecimiento de la población.

Ni una línea. Ni un esbozo. Ni siquiera un desdén. Nada. Por tanto, asumo con gusto la autoexclusión social, ¡qué se le va a hacer!, y propongo que la Agenda 2030, constituida en nueva biblia y elaborada para guiarnos en la mejora de nuestras vidas, establezca como primer objetivo, o al menos como el objetivo número 18, la asunción del envejecimiento de la población como problema principal de nuestra civilización.

Publicidad

Ya de paso solicitaría a los sesudos miembros de la ONU y a la legión de fanáticos seguidores de la Agenda 2030 que escribieran también alguna línea, incluso algún breve parrafito, sobre el dramático problema de la natalidad que, inequívocamente conectado con el problema del envejecimiento, supone la auténtica amenaza global real más importante a la que nos enfrentamos. La situación que de veras, no en teoría sino en la práctica, va a transformar de punta a cabo nuestro modo de vida. Pero permítanme que me centre en el envejecimiento.

No les hablaré ni del insondable déficit de las pensiones, ni del exponencial gasto sanitario, ni del volcánico crecimiento de la dependencia. No les hablaré de políticas, leyes, decretos o programas electorales. No les hablaré de cómicas expresiones como 'economía plateada'. Tampoco les hablaré de rimbombantes autodeclaraciones como ciudades amigables. Les hablaré de personas. Personas que merecen ser el primer objetivo de nuestras vidas. ¿Saben por qué? Porque esas personas somos nosotros. No son ellos. Somos nosotros. Todos y cada uno de nosotros.

Publicidad

Vivimos en entornos crueles que atentan permanentemente contra la dignidad de las personas que abordan la etapa final de sus vidas. Escondemos bajo la alfombra a millones de personas frágiles y vulnerables ahogadas en una soledad insoportable. Las deshumanizamos a todas ellas trasladando su devenir a números, ecuaciones y porcentajes. Coexistimos en una suerte de alucinante realidad virtual los valiosos miembros visibles y los inexistentes e insignificantes seres invisibles. Apartamos como si de escombro se tratara a todos aquellos que ya no aportan valor, como definirían los nuevos comisarios que hoy dirigen nuestras vidas. Aceptamos impasibles ese tránsito que produce escalofrío entre ser escuchado y ser desdeñado e infantilizado. Contemplamos cómo en un siglo la pirámide invertida se sostendrá en una fina, frágil y débil línea que se tambaleará y hará regurgitar una nueva civilización.

Sí, amigos, pienso que merece la pena reescribir la Agenda de marras, porque no cabe duda de que debemos procurar que nuestro planeta esté sano, pero convendrán conmigo en que es preferible hacerlo desde un comportamiento ético con todos los que vivimos en él. Y si de paso abrazo, cruzo una mirada o una sonrisa o doy un beso a alguno de ellos, cuánto mejor. Será un mundo mejor.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad