El Papa, contra la política mezquina
En su última encíclica, Francisco subraya que la lógica económica implacable que dirige el sistema social descarta a millones de personas
La reciente encíclica del Papa Francisco se ha presentado con dos características llenas de simbolismo. Contra lo que siempre se hace, ni lleva un título ... en latín ni se ha firmado en el Vaticano. El título 'Fratelli tutti', expresión de Francisco de Asís, se mantiene tal cual en las ediciones en todos los idiomas y el documento fue firmado sobre la tumba del santo. El 'tutti' del inicio ya indica que la encíclica se dirige a toda la Humanidad. Busca el diálogo con el mundo y para ello se basa en la racionalidad por todos compartida. No presenta doctrinas nuevas. Destaca por la oportunidad, rigor y valentía con que aborda los grandes problemas actuales. Y lo hace con un lenguaje directo, claro, valiente, fácil de entender, con cierta pasión profética.
El texto comienza con una descripción descarnada y realista de los grandes problemas que afectan a la Humanidad en su conjunto. El Papa dice que comenzó a escribir antes, pero que la irrupción de la pandemia confirma su preocupación, que nos obliga a «repensar nuestros estilos de vida, nuestras relaciones, la organización de nuestra sociedad y sobre todo el sentido de nuestra existencia». Desarrolla uno de los dos grandes ejes de su pontificado: la dimensión social del cristianismo (el otro es la reforma de la Iglesia).
Lo digo con mis palabras: el cristianismo no consiste primariamente en aceptar ideas inverosímiles, sino en embarcarse en una tarea de transformación personal y social (conversión, decía Jesús), que surge de la aceptación de un Dios que es Padre de todos y nos descubre que nuestra vocación es la fraternidad y nuestra tarea, construirla. Es una propuesta radicalmente razonable y humanizadora.
El punto de partida de la encíclica es la dignidad de todo ser humano, con hincapié en los ancianos, discapacitados y descartados. Ahora bien, el ser humano se desarrolla en plenitud en la medida en que ama. Cita al filósofo francés Gabriel Marcel: «Solo me comunico conmigo mismo en la medida en que me comunico con el otro». El amor es expansivo y puede tener en la política una expresión privilegiada porque es el instrumento de edificar unas estructuras más justas. Con una expresión muy suya, el Papa dice que nuestro sistema social, dirigido por una lógica económica implacable, descarta a millones de personas. La crisis financiera de 2007-2008 no llevó a replantear este esquema obsoleto. La pandemia actual evidencia que no todo se resuelve con la libertad de mercado y que urge reivindicar una sana política, que sea capaz de controlar los poderes financieros, que ponga en el centro a la persona humana y construya «las estructuras sociales alternativas que necesitamos».
Llama la atención la extensión dedicada al tema de la política (números 176-192). Es claro que tiene presente el panorama político de nuestros días. El arzobispo Víctor Fernández, argentino, estrecho colaborador del Papa y que, sin duda, ha colaborado en la redacción de la encíclica, decía que «hace unos años era impensable que gente como Trump o Bolsonaro pudieran tener el protagonismo que hoy tienen». Es una reivindicación de la política, como expresión de amor y de servicio, que debe introducir controles democráticos en el mercado y priorizar las necesidades de los más pobres.
La encíclica es una vigorosa llamada de atención contra la política mezquina, cortoplacista, de partidismo sectario, que la desprestigian y abren el camino a los populismos. Francisco no se anda con eufemismos y pone el dedo en la llaga. Siguiendo la línea argumental de la vocación a la hermandad hace una magnífica descripción del consenso y de las condiciones para obtenerlo, un objetivo que no implica abdicar de las propias convicciones, pero que busca las coincidencias con el diferente y, sobre todo, aúna esfuerzos en aras del bien común. En la parte final, Francisco aborda con precisión y sabiduría práctica una serie de temas concatenados y de gran actualidad: la memoria, el perdón, el olvido, el reencuentro (evita el término reconciliación, acertadamente en mi opinión). En estos temas delicados no hay que buscar originalidad doctrinal, sino la forma adecuada de plantearlos de modo que sean operativos en las circunstancias históricas actuales. En esto Francisco es un maestro valiente.
Cuando más faltan nos harían nos encontramos con un panorama político desolador, en la escena internacional y en España, y con ausencia de voces prestigiosas en el debate público. Pienso que Francisco y, concretamente, la encíclica 'Fratelli tutti', pueden ser una referencia de máxima importancia por encima de fronteras e ideologías. La incidencia social de este documento, su lenguaje directo y comprensible, sus afirmaciones valientes le granjearán oposición en sectores financieros y políticos muy poderosos. No hay que extrañarse.
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