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Hace 75 años se sentaron los pilares, más o menos discutibles, de lo que es en nuestros días la justicia internacional. Nos estamos refiriendo a ... los juicios o procesos de Núremberg, que se iniciaron el 20 de noviembre de 1945 y tuvieron como objetivo determinar las responsabilidades de los dirigentes y colaboradores del régimen nazi encabezado por Adolf Hitler. Recordemos que, una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, los aliados vencedores crearon los primeros tribunales penales internacionales para juzgar a políticos y militares de alto rango por crímenes de guerra. Las cuatro grandes potencias aliadas -Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y la URSS- crearon el Tribunal Militar Internacional (TMI) en Núremberg para juzgar y condenar a los mayores criminales nazis, a la par que se creaba el más desconocido Tribunal Militar Internacional para el Lejano Oriente (Tokio, 1946) bajo la autoridad del general estadounidense Douglas MacArthur.
Los juicios fueron una serie de trece procesos celebrados bajo la autoridad del TMI entre noviembre de 1945 y junio de 1948, aunque el más conocido es el primero, en el que ocho jueces nombrados por las potencias aliadas deliberaron sobre la culpabilidad o inocencia de 22 destacados líderes nazis. En el total de los procesos se sentaron en el banquillo 1.672 acusados, de los cuales fueron hallados culpables 1.416.
Cuando se iniciaron, el 20 de noviembre de 1945, Hitler y otros grandes diseñadores del Holocausto ya habían fallecido. Aún y todo, los aliados consideraron que sentando en el banquillo a los jerarcas nazis el mundo entero sería testigo de las atrocidades cometidas y de la perversidad que se ocultaba tras la ideología nazi. Cuatro tipos de acusaciones -conspirar para atentar contra la paz, planificar o llevar a cabo guerras de agresión, crímenes de guerra y crímenes contra la Humanidad- formaron parte de un proceso basado, sobre todo, en pruebas documentales y en datos concretos extraídos de registros, libretas de notas y correspondencia oficial del Gobierno nazi y, en menor medida, en el testimonio de unas pocas víctimas.
El proceso principal (20 de noviembre de 1945 a 30 de septiembre de 1946) se desarrolló en 261 sesiones en las que intervinieron los fiscales de la acusación y 27 abogados defensores; se presentaron más de 300.000 declaraciones escritas y alrededor de 3.000 documentos; las sesiones se realizaron con traducción simultánea en alemán, francés, inglés y ruso; y las vistas fueron seguidas por más de 200 periodistas acreditados. El 1 de octubre de 1946 se realizó la lectura pública de las sentencias en presencia de los acusados.
La principal aportación de los juicios de Núremberg radica en que fueron el comienzo del Derecho Penal Internacional. En ellos, se responsabilizó, por primera vez y personalmente, a políticos y militares de guerras de agresión y genocidio, configurándose entonces la piedra angular del Derecho Internacional Penal. Los siete principios de Núremberg sirvieron de antecedente y ayudaron a concretar una serie de conceptos recogidos y definidos en documentos internacionales posteriores. De esta filosofía emanan los cuestionados tribunales penales internacionales para la antigua Yugoslavia (1993) y para Ruanda (1994) o la Corte Penal Internacional (1998).
La cara oscura de toda esta iniciativa legal y punitiva es que la justicia impartida en los procesos fue parcial y con un punto de falsedad. ¿Por qué decimos esto? Porque la puesta en escena de los juicios pretendió legitimar a los vencedores, obviando sus actuaciones en la guerra (Dresde, Hiroshima, Nagasaki...), y porque se soslayó la responsabilidad de miles de nazis que no fueron juzgados, la de los grandes industriales alemanes que se enriquecieron a costa del masivo trabajo esclavo en los países ocupados (recordemos el caso de la actual Bayer, entonces IG Farben) y la de importantes banqueros que se enriquecieron gracias al nazismo (como el Dresdner Bank). Innumerables personas que cimentaron sus fortunas en la sangre y el genocidio de millones disfrutaron de la más completa impunidad después de la guerra.
La actual crisis del neoliberalismo, los proyectos globalistas que pretenden construir un orden mundial según los modelos occidentales y, como actor invitado, la pandemia que arrasa el planeta están vinculados a los ingentes y profundos problemas políticos y económicos y, sobre todo, al declive ideológico y la pérdida de identidad. De ahí las tendencias autoritarias y filofascistas que recorren el planeta, nutridas de un sistema económico que se devora a sí mismo y expulsa hacia la marginación y la indigencia a millones de personas.
Nada que ver ni con la posguerra ni con los años posteriores a la Guerra Fría. Aunque los cambios vertiginosos que se han producido desde entonces poco tienen que ver con el pasado, no hay que menospreciarlo, ya que aún podemos aprender de lo que entonces ocurrió y reflejarlo en un 'orden mundial' y en un sistema de relaciones internacionales beneficioso para todos.
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