Sobre ingenuos y traidores
Mikel Álvarez Yeregui
Médico
Viernes, 16 de mayo 2025, 00:04
El Reichstag (Parlamento imperial alemán) aprobó durante el verano de 1913 una importante ley de expansión militar, la Ley de Incremento del Ejército. En aquellos ... años, previos a la Gran Guerra, Francia, Inglaterra y Rusia también acordaron presupuestos extraordinarios para aumentar el gasto militar. En la votación del Parlamento alemán el partido mayoritario, el socialdemócrata SPD, de larga trayectoria pacifista y antimilitarista, votó mayoritariamente a favor, aun cuando algunos de sus representantes, entre los que Rosa Luxemburgo destacaba por sus intervenciones, se posicionaron en contra del rearme. La Primera Guerra Mundial estalló un año más tarde, el 28 de julio de 1914, con la declaración de guerra del Imperio de Austria-Hungría al pequeño Estado de Serbia bajo la excusa del asesinato del archiduque Francisco Fernando y su esposa Sofia a manos de un joven serbobosnio, Gavrilo Princip, cuando visitaban Sarajevo.
Sin embargo, se ha pasado por alto en demasiadas ocasiones que en aquellas fechas, tan bien reflejadas por la historiadora Barbara Tuchman en su libro 'La torre del orgullo', otro asesinato, el del líder socialdemócrata francés Jean Jaurés el 31 de julio, antes de que Alemania declarara la guerra a Francia, tuvo una importancia crucial en el devenir de los acontecimientos. Jaurés, líder indiscutible en la socialdemocracia europea, pacifista y contrario al militarismo, murió por los disparos de un joven que justificaba su acción calificando a su víctima de «traidor y pacifista».
Y así, tras varios años de incremento de los gastos militares por parte de muchos países, comenzó una guerra cuyos fantasmas siguen muy presentes.
Uno de los asuntos más debatidos por los historiadores que estudian la primera parte del siglo XX es cuál pudo ser la razón que condujo a que se despertara un conflicto bélico de esas dimensiones. En opinión de Barbara Tuchman, una razón es el 'síndrome pre-compromiso militar'. Los países desarrollaron planes estratégicos para una confrontación que consideraban inevitable, con decisiones difíciles de echar atrás. Algo así como convertir la tragedia en algo ineludible, pensando siempre que el enemigo atacaría primero.
Estos últimos meses un debate similar recorre Europa: ¿Hay que incrementar el gasto militar? La Comisión Europea ha anunciado objetivos y partidas económicas muy importantes para aumentarlo, ahora que se anuncia que EE UU dejará en cualquier momento de apoyar a Europa en su seguridad. Otro hecho bastante hipotético. Hasta hace bien poco, el objetivo de gasto militar de la OTAN era del 2% para cada país y en poco tiempo hemos pasado al 3%, para, en el escenario de exigencias estadounidenses, pretender llegar al 5%. En fin, una carrera armamentística en toda regla, aunque la vistamos de ciberseguridad. Y todo ello aderezado con la amenaza rusa de invasión sobre Europa. Rusia ha invadido Ucrania, pero ¿quiere eso decir que va a invadir por ejemplo Polonia o Finlandia? ¿Con qué objetivo? ¿No será que los errores de cálculo, las percepciones equivocadas y la inercia de las decisiones políticas pueden convertir una crisis diplomática y una guerra local en un conflicto global? La política de rearme, la mentalidad militarista y la falta de flexibilidad diplomática pueden conducirnos al desastre.
El verano de 1914, al comienzo de la guerra, líderes de distintos países afirmaron que las tropas volverían a casa para aquella Navidad. El káiser Guillermo II arengó a los soldados con la promesa de una campaña de tres meses. ¡Qué ingenuidad! Y así comenzó una guerra que no termina de cerrarse, con esos fantasmas que no descansan en Europa central, los Balcanes y Ucrania.
William Osler, probablemente el médico más célebre del mundo angloparlante a principios del siglo XX y conocido como el padre de la Medicina Interna, tenía una visión negativa de la naturaleza humana. Así que buscaba refugio en la piedad de la práctica médica. El 16 de mayo de 1919, poco después de que la Gran Guerra se cobrara la vida de su hijo de 21 años y de unos 20 millones de personas más, se dirigió a la Asociación Clásica sobre las Humanidades Antiguas y la Ciencia Nueva. En aquella conferencia dijo que «aún está por determinar si la ciencia (...) puede gobernar sin provocar la ruina». Añadió que debe haber «una civilización muy diferente o no habrá civilización en absoluto». Algo similar es aplicable a la política. No parece que el rearme que conduce a la ruina sea la mejor vía para obtener la paz y el desarrollo de la civilización.
Así que, ¿dónde está la ingenuidad? ¿En pensar que el rearme no es la vía para evitar una guerra? ¿O es más ingenuo el que piensa que armarse hasta los dientes garantiza la paz? La historia demuestra que las armas (no su ausencia) son las que traen las guerras.
Aunque, lamentablemente, y bajo cierta visión pesimista, es bastante probable que los hoy considerados ingenuos sean tachados de traidores en el futuro.
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