Testosterona

En exceso o mal gestionada, esta hormona inclina al hombre a la dominación, el liderazgo social, la competitividad y el egocentrismo

Lo dijo Simone de Beauvoir: La naturaleza del hombre es malvada, su bondad es cultura adquirida. Probablemente se refería al individuo, en general, y es ... una sentencia harto pesimista, pero diversas noticias recientes sobre desmanes perpetrados por el género masculino -y que muy muy raramente incluyen a mujeres- dan pie a pensar que quizás la filósofa, existencialista y feminista activa, se estaba dirigiendo al macho de nuestra especie.

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La hegemonía de los hombres -de ciertos hombres- se reinventa a sí misma todos los días. Lo último y más espeluznante son los safaris humanos en Sarajevo, previo pago a los serbios, que fueron cometidos durante lo que ya se conoce como el asedio a una ciudad más largo de la historia moderna. Turismo activo. Cazadores de fin de semana. Huir de la tendencia universal al aburrimiento. Ocio puro y duro. ¿Había entre ellos mujeres? No ha trascendido la identidad de los francotiradores, pero no lo creo. El horror, que diría Kurtz.

Otro caso: los papeles de Epstein, documentos que tardarán en ver la luz porque comprometen a Trump. Abuso a menores. Tráfico de mujeres. Despotismo sexual en idílicas islas privadas caribeñas. Otro horror cuya visibilidad comienza cuando las afectadas dejan de ser 'chicas' y pasan a llamarse víctimas. Esta vez sí hubo una mujer implicada, la novia o mejor amiga o lo que fuera del vicioso magnate, una especie de 'madame' sin burdel. Incomprensible. ¿Cuál era su motivación?

Y más: pederastia del obispo de Cádiz cuando controlaba el seminario de Getafe. El exdiputado Errejón procesado por abuso sexual según el testimonio de la víctima. Duelo espacial de titanes entre Bezos y Musk. Ex rey de infame pasado tratando de limpiarlo con unas memorias recién publicadas. Encarnita Polo asesinada en el ¿último? caso de violencia machista. El sanguinario dictador recordado 50 años después… Descorazonador. Y yo pensé, echando mano de la historiografía: la dictadura, como la guerra, es cosa de hombres.

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Ante este 'maelstrom' de actos brutales una hipótesis de básico análisis cobra cierta relevancia: toda la culpa la tiene la testosterona.

Está científicamente probado que, más allá de ser la hormona responsable de la diferenciación sexual, y aunque, en niveles normales, es catalogada por los especialistas como 'la hormona de la vida', la testosterona, por su efecto sobre la actividad cerebral, tiene relación directa con la conducta. En exceso o mal gestionada, esta hormona inclina al hombre a la dominación, al liderazgo social, la competitividad, el egocentrismo y a conductas extrañas asociadas con la libido. Tal vez el hombre, y quiero dejar muy claro que 'el hombre' no son todos los hombres, aún no haya desechado el concepto autosuficiente de género binario heredado de nuestros antepasados: él ostenta el poder y la fuerza; ella, la belleza y la gracia. Y no es un juicio pasado de moda. Tristemente se sigue potenciando, sobre todo en la música, que tanto penetra en la mentalidad juvenil, sensible, influenciable y en proceso. Letras explícitas de estallidos testosterónicos -discutible epítome de las relaciones amorosas- son el contenido de tantos temas que no se pueden ni enumerar. Algunos ocupan los primeros puestos del ránking. 'Tú llegas, y estas putas empiezan a envidiarte', canta Bad Bunny, premiado en los recientes Latin Grammy, en uno de sus 'hits'. Y hay muchos más ejemplos de cuyos nombres no puedo o no quiero acordarme.

Para acabar, frivolizando un poco tras tanta atrocidad, no se pueden pasar por alto machismos aceptados por el grueso de ciudadanos y ciudadanas, que son más dañinos porque se cuelan con bonhomía en el ideario colectivo de la sociedad: el hombre con estatus nobiliario extiende su título a la esposa, desde reina a lady, pasando por emperatriz, princesa, marquesa, duquesa, baronesa, condesa… La esposa, en cambio, no tiene ese poder y el matrimonio queda, protocolariamente hablando, como zapatos o calcetines desparejados. El esposo de una reina no es rey, solo príncipe consorte. El de una lady jamás será llamado lord, si no ha recibido el título por méritos personales. Es la condescendencia de una sociedad con reminiscencias patriarcales y machistas, otro alarde de testosterona. Lo acabamos de ver en el caso de David Beckham que, ha sido nombrado caballero por el rey Carlos III y, por tanto, ostenta el título de lord. Desde ese momento su esposa es lady, título que conservará hasta su divorcio, si lo hubiera.

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Todo lo dicho sin olvidar los logros conseguidos por los hombres -por ciertos hombres- en diversos ámbitos que aquí no nos ocupan. Aunque, como dijo Albert Camus, otro existencialista, no es difícil conseguir el éxito, sino merecerlo.

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