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Qué nos lleva a un pleito? La existencia de un conflicto que requiere una solución.
Tenemos controversias a diario, con nuestros vecinos, con los padres del colegio, en nuestro trabajo, en el seno familiar, etc. Vivir, reclamar lo que consideramos justo genera controversias que frecuentemente ... resolvemos. Sin embargo, en ocasiones no vemos más allá de nuestra propuesta de resolución, o bien la otra parte impone la suya sin espacio para el debate. En definitiva, no podemos resolver el conflicto por nosotros mismos.
Tenemos la posibilidad de ir al juzgado para que, en el espacio de juicio con intervenciones regladas, cada parte exponga el problema, la solución que demanda, la norma que ampara esa pretensión y aporte las pruebas que estime oportunas. Nos convertimos en observadores del procedimiento que se pone en marcha para que el juez o jueza decida con criterios estrictamente jurídicos. Decisión que quizá no sea la solución al conflicto. Pero hay otras opciones.
La Ley Orgánica 1/2025, de medidas en materia de eficiencia del Servicio Público de Justicia incluye la mediación como un medio más, entre los adecuados, para poder resolver las controversias. Las vías para acceder a la mediación son varias. Las partes, de mutuo acuerdo, pueden acudir a uno de los mediadores inscritos en el registro de Personas mediadoras del Ministerio de Justicia o en alguno de los registros que tienen los colegios profesionales. Puede elegirse la mediación como el medio adecuado previo a la vía judicial que la ley 1/2025 impone como obligatorio en determinados asuntos civiles y mercantiles. En caso de asuntos ya judicializados, el juez, bien de oficio o por petición de parte, puede suspender el procedimiento para posibilitar un proceso de comunicación a través de la mediación.
Según la RAE mediar es actuar entre dos o más partes para ponerlas de acuerdo en un pleito o negocio. ¿Por qué iban a conseguir las partes ponerse de acuerdo si no lo han hecho antes? La seguridad, la confianza, la dirección en la escucha, el acompañamiento, el respeto, la voluntariedad y la confidencialidad son elementos clave para conseguirlo. Cuando las partes intentan gestionar solas su conflicto no hay reglas de comunicación, de espacio, de seguridad. Puede comenzarse sereno reflejando nuestro punto de vista, pero, sin apenas darnos cuenta, la conversación se transforma. Pueden salir conflictos anteriores, heridas no resueltas. Ponemos el acento en nuestras necesidades, en la emoción que surge, y es difícil encauzar la cuestión problemática. Ya no hay un intercambio equilibrado entre hablar y escuchar, los dos hablan e incluso gritan. Ya nadie escucha. En un espacio de comunicación mediado es al tercero, que no va a decidir, al que le corresponde garantizar un espacio de comunicación libre, respetuoso, confiable y constructivo. Que permita expresar y escuchar en igualdad. Expresar qué necesitamos, qué queremos, los motivos por los que consideramos nuestra propuesta justa, ajustada y razonable. Escuchar al otro: sus necesidades, sus razones, su sentir. El mediador se encargará de que sea en un plano de igualdad. Comienza el terreno para la empatía. Pasamos de escucharme a escucharle. Pasamos del tener razón a las razones, avanzamos en el camino de comprender que hay lugar para las razones compartidas.
Y ¿qué necesitamos? A veces creemos saberlo, pero confundimos la causa con el estímulo. El estímulo, lo último que ha ocurrido y ha generado el conflicto, pero la causa es más profunda, tiene que ver con circunstancias, contextos, patrones, personalidad, situaciones vivenciales anteriores, miedos, sombra, con emociones, en cómo me hace sentir el conflicto. A veces ni somos conscientes de ello. De nuevo la persona mediadora nos ayuda a determinar las verdaderas necesidades y con ello llegar a puntos de encuentro impregnados de lo que realmente necesitamos. A encontrar, en definitiva, una solución que sea la materialización del diálogo positivo. De esta manera ambas partes han protagonizado el tránsito del conflicto disruptivo a la solución constructiva. El proceso, el camino, la forma de recorrerlo y la solución consensuada, garantiza el cumplimiento de lo acordado, pero también, en el caso de relaciones que perduran, permiten que se desarrollen de otra manera, aprendiendo otras formas de solventar las discrepancias sin caminar nuevamente al conflicto irresoluble.
Eso es la mediación. Una forma de gestionar el conflicto más personal, más cercana, más humana, más acorde a nuestras verdaderas necesidades. Aprendemos desde la escucha, la expresión y con la garantía de un tercero mediador que nos ayuda en ese camino para ser protagonistas no solo del conflicto sino de la solución. Pasamos del ganar o perder, a ganar todos.
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