Los canteros de Notre Dame
La joya del gótico francés luce de nuevo en todo su esplendor
La aguja central de la catedral de París en llamas, desmoronándose sobre el tejado consumido por el fuego, es una imagen difícil de olvidar. Aquel ... 15 de abril de 2019 la actuación valiente de los bomberos fue decisiva para evitar el colapso. En la película 'Arde Notre Dame' (2022) Jean-Jacques Annaud ofrece una recreación muy lograda de aquellos hechos con imágenes reales. Cinco años y ocho meses después, la joya del gótico francés luce de nuevo en todo su esplendor. El trabajo de 1.300 artesanos, coordinados por un equipo de arquitectos, ha hecho realidad lo imposible: después de la restauración, el interior presenta un aspecto más parecido al de sus inicios, en la Edad Media. Lo ha subrayado Remí Fromont, uno de los responsables del proyecto: «Hemos recuperado la luminosidad de la piedra de París». La tarde del 7 de diciembre, la catedral fue devuelta al culto, con la presencia de muchos fieles, líderes religiosos y la representación institucional de más de 40 países. «Hemos descubierto lo que las grandes naciones pueden hacer, realizar lo imposible», resaltó el presidente francés.
El monumento más visitado de Francia (las previsiones superan los 14 millones de visitantes, antes que Versalles, el Louvre, la Torre Eiffel y Disneyland París) es para Macron «la metáfora feliz de lo que debe ser una nación y el mundo (…). Nuestros sueños, incluso los más audaces, solo son posibles gracias a la voluntad de cada uno y el compromiso de todos». La Notre Dame medieval deja entrever innumerables jornadas de canteros y artesanos, y una burguesía floreciente dispuesta a financiar el proyecto, en una época permeada de espíritu cristiano: el fenómeno social, artístico y religioso de las catedrales es único en la Edad Media. ¿Qué movía a aquellas gentes para emprender empresas de tanta envergadura, con medios mucho más modestos que los empleados en la reconstrucción?
¿Qué movió a aquellas gentes para construir catedrales con medios mucho más modestos que en la restauración?
Iniciados los trabajos en 1163, la mayor parte de la obra monumental se desarrolló durante los primeros cien años, hasta 1260. Tendría que pasar todavía tiempo hasta su finalización, en 1365, completada en las décadas siguientes con adaptaciones a diversos estilos. La catedral se culminó en dos siglos largos de trabajo, y su reconstrucción se ha completado en poco más de cinco años. En ambos casos, con el esfuerzo de muchas personas. Junto con el reconocimiento a los protagonistas de la 'nueva' Notre Dame -los bomberos y los gremios recibieron un merecido homenaje en la ceremonia de inauguración-, los artesanos y canteros del medioevo que hicieron posible el sueño merecen también nuestro recuerdo. Las catedrales medievales muestran el espíritu magnánimo de aquellas gentes, su capacidad de trabajo paciente y abnegado, no ceñido a las urgencias del tiempo, y el ejercicio de alabanza al Creador implícito en su esfuerzo, guiado por el anhelo de darle gloria y dejar huella.
He leído el testimonio de Antonin, uno de los canteros que han trabajado en la restauración tras el incendio. «Si Notre Dame es un lugar único para los cristianos del mundo entero, también es una obra mítica para los artesanos como yo». Durante la reconstrucción, su tarea ha consistido en labrar la piedra en el frontón sur, encima del gran rosetón: «Reconstruir completamente dos pináculos de ocho metros de altura situados a ambos lados del pequeño rosetón, que está arriba del principal». Ambos tuvieron que ser desmontados, renovados y pretallados en el suelo, como hace ocho siglos. Una vez terminado el tallado, cada pieza se remontaba con una grúa y los albañiles la colocaban de nuevo ajustándola al milímetro. Completada la operación, la pieza debía ser retallada en su lugar. El trabajo de ensamblaje exigía perfección, en continuidad con el de sus predecesores del siglo XIII. «Era un trabajo de precisión y pasión; cada piedra debía ser perfecta». Preguntado por su tarea, destaca la bella experiencia de contemplar una puesta de sol en París, desde lo alto de una aguja de piedra.
El trabajo en las alturas permite ver detalles inapreciables para las personas de la calle. Desde las torres se puede contemplar de cerca la crestería, un auténtico encaje de piedra, fruto de una labor paciente y costosa. Los canteros de Notre Dame lo sabían bien, y no fue inconveniente para cuidar los detalles. Separados por ocho siglos, a los que han trabajado en la catedral -los de entonces y los de ahora- les une el sentido profundo de su trabajo: «Lo que hicimos en el frontón sur es realmente hermoso -rememora Antonin-, pero no lo hicimos para los hombres, lo hicimos para Dios». El atractivo de la belleza les movió a tallar con esmero las delicadas formas de la piedra. Los canteros tenían el convencimiento de que, en esa tarea bien hecha, como en el arte, hay también algo de don gratuito.
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