El 'caso Thompson-Mangione'
El asesinato del directivo de una aseguradora nos habla de la precariedad despiadada que subyace en la vida en EE UU
El asesinato a tiros de Brian Thompson, director ejecutivo de UnitedHealthcare, en una calle de Manhattan el 4 de diciembre, y la detención cinco días ... después del acusado del crimen, un joven de 26 años, Luigi Mangione, asegurado de dicha compañía, ha suscitado una enorme reacción en la sociedad estadounidense, pero no en favor de la víctima, como cabría esperar, sino del presunto asesino, que ha sido jaleado en las redes con multitud de memes divertidos y apoyos efusivos que menospreciaban al fallecido y se pueden resumir en pocas palabras: 'Francamente, esos parásitos se lo merecen'.
Al día siguiente del tiroteo, las reacciones en línea fueron rápidas y brutales. Incluso en la prensa seria se respiraba una sensación de que 'se lo merecía' en algunos de los comentarios. Después del asesinato, la propia familia de Thompson ha sido objeto de acoso, víctima de revelaciones invasivas y de amenazas violentas en redes sociales.
Este crimen fue presuntamente cometido por un joven de un medio social muy acomodado, integrado familiarmente, buen estudiante. Según la policía, el discurso del acusado está influido por la filosofía terrorista de Theodore Kaczynski, alias 'Unabomber'. La reacción de simpatía que ha suscitado en el público apunta a un grave problema de la sociedad norteamericana: la disfuncionalidad de su sistema de protección sanitaria, que se ha convertido en una de las principales causas de bancarrota personal en aquel país. Un problema de deuda muy gravoso para los particulares pero que salpica incluso a quienes pueden pagarla, que se ven agobiados por un goteo constante de facturas y una desesperante pérdida de tiempo dedicada a luchar con las aseguradoras.
Mangione, el presunto asesino, actuó con plena conciencia de sus actos, en el momento de su detención llevaba consigo un manifiesto manuscrito que impugnaba el sistema de salud estadounidense por ser uno de los más caros del mundo y, sin embargo, el país tiene una esperanza de vida menor a la de otras naciones desarrolladas -lo cual es, paradójicamente, cierto-. Llevaba, además, varias identificaciones falsas, un pasaporte estadounidense, una pistola fabricada con impresión 3D y un silenciador elaborado del mismo modo, que se supone el arma del delito.
El 'caso Thompson-Mangione' nos habla de un infierno en el que muchos pierden la cabeza. La gente traga con trabajos que odia durante años solo por mantener el seguro médico. Es habitual que una persona que lucha contra un cáncer agresivo tenga que hablar por teléfono todos los días para intentar averiguar si la van a excluir de la asistencia oncológica porque su hospital de referencia está en guerra con su aseguradora. Los conflictos entre médicos y compañías de seguros afectan a pacientes en medio de tratamientos que se pueden ver abocados a que les retiren la cobertura.
Las múltiples opiniones que se han manifestado tanto en las redes como en la prensa anglófona apuntan a la misma idea: las aseguradoras sanitarias ejemplifican la precariedad despiadada que subyace en gran parte de la vida estadounidense.
El asesinato de Brian Thompson ha sido 'justificado' por el asesino imputado, Luigi Mangione, por el hecho de que se le había rechazado el abono de una asistencia médica para el tratamiento de una dolorosísima e invalidante patología vertebral que el acusado padece. Es evidente que la víctima no era personalmente culpable de nada y no merecía la muerte, pero lo cierto es que la opinión mediática sobre lo sucedido acredita que las aseguradoras sanitarias estadounidenses destilan mucho de lo que tiene de cruel y roto el ultramercantilizado sistema de EE UU, donde no existe nada que se parezca a un sistema nacional de sanidad al estilo de los países europeos.
La sanidad pública generalizada en toda la Unión Europea hace posible, más eficaz y humana la existencia de fórmulas complementarias (igualatorios y aseguradoras) de asistencia médica privada que descargan la presión sobre el sistema público y actúan en perfecta complementariedad con lo privado. El artículo 43 de nuestra Constitución nos garantiza lo que no recoge la Constitución estadounidense ni ninguna de sus enmiendas: «Se reconoce el derecho a la protección de la salud. Compete a los poderes públicos organizar y tutelar la salud pública a través de medidas preventivas y de las prestaciones y servicios necesarios. La ley establecerá los derechos y deberes de todos al respecto».
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