El candidato a presidente de España Pablo Casado describió el encuentro entre diversas lideresas políticas -Yolanda Díaz, Ada Colau, Mónica Oltra, Mónica García...- como un ... akelarre. Dado que Casado es un señor culto, debe saber que un akelarre era un evento en el cual las brujas, tras invocar al diablo, practicaban o se preparaban para practicar todo tipo de maldades y, entre ellas, crímenes terribles.
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Como ocurre en estas ocasiones, al señor Casado ni le ha pasado ni le va a pasar nada por calumniar a estas mujeres acusándolas de criminales. Este tipo de insultos forma parte ya de lo socialmente tolerable y aun defendible. ¡Qué bien! Insultos como éste generan miedo y odio en sectores de la población, a los que llevan a la convicción de que hay que acabar con estas malvadas criminales y aquellos que las apoyan y comprenden, y aun a exigir que las autoridades lleven a cabo estas limpiezas. Esperemos que así no sea. Pero no parece muy prudente por parte de los políticos utilizar insultos que lleven a los ciudadanos a creer que se les está incitando a acabar -en el sentido literal del término- con esos sus terribles enemigos.
Este uso político del insulto es un estrategia más del conjunto de diversas confrontaciones discursivas políticas entre la izquierda y la derecha. Hay que ver cómo benefician dichas confrontaciones a una u otra opción política… en los momentos electorales.
El primer tipo de confrontación es aquel en el que los políticos describen cuáles son las grandes dimensiones de sus programas, el contenido de lo que van a hacer en la sociedad con sus políticas publicas. Este discurso va a tener unos resultados electorales bajos en el caso de la izquierda radical. Entre otras razones, porque muchos de los tradicionales votantes de izquierda que apoyaban proyectos de transformación social han abandonado su ideología que conectaba con esos proyectos. Los candidatos de la izquierda radical han perdido votos porque ha ido reduciéndose la cultura social y su correspondientes ideología transformadora/ comunitarísta en los votantes de izquierda. Por tanto aquí sí pierden voto de izquierda.
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Sin embargo, las consecuencias electorales pueden estar más equilibradas en la contienda discursiva entre la izquierda moderada/ socialdemócrata y la derecha. Aunque la descripción de las políticas que van a hacer unos y otros es diferente, no lo son tanto los mensaje tácitos y expresos con los que justifican esas políticas. Con ellas prometen garantizar los intereses individuales, personales de cada uno de los posibles votantes. En esta competición, las derechas, cuya retorica discursiva en este área es casi exclusivamente 'todo lo que vamos a hacer está dirigido a que usted mantenga y desarrolle sus ya particulares intereses', aparecen como auténticas profesionales en su único objetivo de defender tus privados intereses. Bastante más profesionales que los titubeantes socialdemócratas que a veces hasta dicen que ellos también buscan la igualdad entre todos.
Por otro lado, en la cultura dominante del individualismo competitivo se extiende la creencia de que la derecha sabe más en esto de los intereses particulares. Luego parece muy probable que en este espacio de confrontación logre más votos la derecha que la izquierda.
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Otra confrontación discursiva cada vez más creciente es la basada en las grandes consignas y afirmaciones. 'Nosotros os daremos el bienestar, o la seguridad, o el orden, o la paz, la libertad, la patria'. Aquí, el logro de votos no está tanto en el apoyo a la abstracción, al vacío de la afirmación (nunca se explica nada sobre el cómo y el porqué de esa prometedora consigna ) sino sobre todo en las consecuencia emotivas de su transmisión, en su capacidad de generar emoción en el receptor por los sentimientos y evocaciones que le genera, y también por la personalidad del que emite el discurso. Aquí, el logro en votos para una u otra corriente política es más dudoso. Pero en ejemplos recientes -veáse sobre todo el caso Madrid/ Ayuso- ha funcionado muy destacadamente en favor de la derecha. Un chica simpática y con aspecto de ser lista diciendo que con ella seréis mas libres. Un montón de votos
Por último, en la confrontación discursiva basada exclusivamente en el insulto, el de la socialdemocracia tiene un carácter descalificatorio y los de la derecha formulan graves acusaciones -asesinos, terroristas, violentos, saqueadores, ladrones...- a los del otro bando y -se supone- a sus amigos y protegidos. Ello implica extender miedo y a su vez odio a los posibles votantes. Dado el creciente escenario de incertidumbre en el que se vive, la denuncia de los desmanes de los malos incrementa el miedo. Y como forma de superarlo crece también el sentimiento de odio contra sus responsables.
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El votante llega a la convicción de que ese miedo adquirido desaparecerá con la vivencia del odio contra los causantes del miedo. La estrategia discursiva del insulto -y no solo implícitamente- nos dice que debemos superar el miedo odiando a sus responsables y luchando contra ellos. Y una forma de luchar es votar a la derecha. Por tanto, también aquí, y ya van tres confrontaciones discursivas, la derecha gana en votos. Que no nos pase nada.
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