Falsos idearios
La guerra en Ucrania ha frustrado que Europa pueda consolidar relaciones multipolares y pacíficas. La subordinación a EE UU es total
Más que superado el año de guerra en Ucrania tras la invasión rusa ordenada por Vladímir Putin, el inenarrable sufrimiento y el derramamiento de sangre ... ucraniana se han convertido en una constante y en un paradigma de las consecuencias del imperialismo en cualquiera de sus facetas. Decenas de miles de muertos, millones de desplazados, crímenes infames, muerte y destrucción confieren a este conflicto una clara identidad de genocidio. Nada justifica la invasión salvo la necesidad rusa de convertir este país en un Estado vasallo del que aprovechar sus recursos. Imperialismo a la rusa, nada diferente al occidental, que se enfrenta a la tenaz resistencia del invadido que lucha por su independencia y soberanía nacional. Resistencia legítima que exige nuestro apoyo y el de las capacidades bélicas de los países occidentales.
Hasta aquí, todo correcto. Pero debemos ser conscientes de que todos los actores geopolíticos que protagonizan la tragedia ucraniana tienen sus propios intereses y de que los idearios y valores que pregonan se empapan de un aura de hipocresía y falsedad. Y no hace falta señalar que en este grupo están la Arabia Saudí que subyuga Yemen y el Israel que en estos momentos presiona con mayor fuerza el cuello palestino. Ni Rusia, ni China, ni EE UU, ni la UE debieran decidir el futuro de Ucrania, deseo que no se convertirá en realidad. Ni los valores autocráticos de la Madre Rusia, ni los de la democracia occidental, si los ucranianos así lo decidieran.
Pero una cosa es el deseo y otra la realidad. Lo molesto de esta situación es que nos quieran hacer comulgar con ruedas de molino y con el maniqueísmo de unos buenos-buenos y otros malos-malos. Molesta también el mantra de que en tierras ucranianas nos estamos jugando la supervivencia de los valores democráticos frente a autocracias como la rusa. Fastidioso y falso sonsonete que no por repetitivo se convierte en verdad incontestable.
No es así. En el peor de los escenarios de esta guerra las democracias occidentales son capaces de preservar sus valores. La agresión externa a los mismos pueden sofocarla y quizás debieran mirar a su interior, donde están los verdaderos problemas que las pueden destruir. No olvidemos que esta guerra, además de una guerra de liberación nacional, es también, y tristemente, una guerra por mandato y representación entre dos imperialismos, el ruso y el occidental. ¿Dónde quedan los valores en esta ecuación salvo en el mensaje y la propaganda?
Ucrania necesita todo nuestro apoyo porque las intenciones rusas siguen siendo las que llevaron a Rusia a la invasión, el deseo de anexionarse el país vecino de una forma u otra, por ocupación permanente o implantando gobiernos títeres. Esta es la máxima, otra cosa es que tras los acontecimientos militares se conforme con metas menos ambiciosas. Como Putin no va a resignarse a volver a la situación anterior, es necesario obligarle a ello. Es una autoexigencia imprescindible, ya que la situación en la que nos encontramos es muy peligrosa para la paz mundial, en la que un choque directo entre el imperialismo ruso, apoyado por el chino, y el occidental nos llevará a la destrucción final.
Por otra parte, nos preguntamos por qué en guerras precedentes no se ha plasmado tanta beligerancia como en esta. Y quizás sea el momento de retomar un acontecimiento que se está utilizando mucho respecto a este conflicto y que no es otro que el abandono a su suerte del Gobierno legítimo de la II República española cuando se inició la sublevación militar contra ella. Nos sorprende a veces la osadía de ciertas afirmaciones o el olvido de lo que no interesa señalar. Claro que la II República española fue abandonada y que posteriormente ocurrió lo que ocurrió, pero, aunque no nos interese destacarlo, si utilizamos el argumento hay que matizar que quienes la dejaron desamparada fueron esencialmente el Reino Unido de Neville Chamberlain y la Francia de Léon Blum y que, al igual que ahora por intereses diversos, solo los soviéticos de las checas la apoyaron. Para imponer un régimen estalinista o para lo que fuera, pero fue así y hay que recordarlo si lo utilizamos en situaciones como la ucraniana.
Y, finalmente, es importante, a la par que triste, señalar que cada vez se reducen más las esperanzas de que la UE se convierta en un actor decisivo para erigir y consolidar relaciones internacionales multipolares y pacíficas con las que se pueda potenciar algún nuevo tipo de economía sostenible. La guerra ha frustrado este camino. EE UU ha eliminado a la Unión, y a Europa, como competidora económica y tecnológica. La subordinación es total y difícilmente recuperará el peso que tenía en 2008, ya que nuestro 'aliado' cuida muy bien de sus intereses.
En fin, y todo ello con la amenaza del viejo fantasma de la guerra en todo el continente. Las señales de peligro son evidentes y no está de más conocerlas y asumir que apoyamos a Ucrania para evitarlo.
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