Armenia se desvanece
El país caucásico está indefenso frente a la superioridad militar de Azerbaiyán y la ambición de Turquía, el abandono de Rusia y la indiferencia de la UE
Este viernes llegarán a la Casa Blanca los presidentes de Armenia y Azerbaiyán, Nikol Pashinián e Ilham Alíyev, para reunirse con Donald Trump y llegar ... a un acuerdo de paz entre ambos países caucásicos. El presidente estadounidense quiere apuntarse el tanto del mencionado acuerdo para que su candidatura al Premio Nobel de la Paz se convierta en una realidad. Ya el 10 de julio estuvieron en Emiratos Árabes Unidos ambos mandatarios para dialogar sobre este proceso de paz y sobre el texto aprobado el 13 de marzo, en el que los azeríes incorporaron nuevas reclamaciones. Ambas partes manifiestan que aspiran a poner fin a un conflicto de más de treinta años y cuya última expresión fue la ofensiva relámpago azerí en 2023 conquistando Artsaj (Nagorno Karabaj) y expulsando a decenas de miles de armenios de ese territorio.
Desde entonces, Alíyev ha planteado una serie de demandas, incluidas enmiendas a la Constitución de Armenia, para que Pashinián abandone toda pretensión sobre Artsaj, se retire la misión de la UE de la frontera armenio-azerbaiyana, se disuelva el Grupo de Minsk y ambos países renuncien a sus demandas en tribunales internacionales, lo que posibilitaría el restablecimiento de relaciones diplomáticas y la apertura de sus fronteras.
El Gobierno de Armenia, en clara inferioridad militar frente a Azerbaiyán, hace grandes concesiones para evitar la exigencia azerbaiyana de un corredor a través del sur de Armenia para comunicar Azerbaiyán con su enclave de Najicheván. Mientras tanto, la Rusia que abandonó a los armenios a su suerte hace dos años está reforzando su base militar de Gyumri, incrementando el número de soldados y la aportación de material bélico, como parte de una estrategia para aumentar su influencia en el Cáucaso Sur en el ineludible contexto de la guerra con Ucrania. Un día antes de la reunión en Emiratos, tropas rusas atravesaban Armenia camino del mencionado enclave militar.
En cualquier caso, y al margen de las negociaciones, es evidente que, aprovechando la coyuntura internacional (Ucrania, Gaza, pulso entre EE UU y China...), azeríes y turcos vuelven a presionar a una Armenia indefensa a la que pretenden mutilar en mayor medida después de la vergüenza de Artsaj. Al igual que en otras zonas del Este del país como Kut (provincia de Gegharkunik), los incidentes son una constante y como las casualidades no existen, podemos entender que es algo claramente preparado y que desmiente las hipócritas declaraciones de llegar a la paz tras décadas de tensiones.
Los armenios lo tienen muy difícil. Recordemos que Azerbaiyán ha ocupado, tras las escaramuzas fronterizas de 2022 y otras posteriores en los últimos tres años, 215 kilómetros cuadrados de territorio internacionalmente reconocido como armenio y que han perdido Artsaj. Rusia los ha abandonado; la UE hace lo propio, aunque mantenga desde finales de 2022 una misión de monitorización para evitar refriegas. Y EE UU y el resto del mundo miran hacia otro lado sin disimulo. Los intereses geoestratégicos mandan y Armenia es un peón prescindible.
De ahí que las cesiones del Gobierno de Nikol Pashinián sean también una constante a causa de la desigualdad de fuerzas respecto a Alíyev y Azerbaiyán, país rico en hidrocarburos, y a su aliado Erdogan y la Turquía que siempre soñó con exterminar a los armenios como ya intentó en el genocidio llevado a cabo entre 1915 y 1923.
Esta es la realidad, aunque las palabras la enmascaren, y el bloqueo al que está sometida Armenia, por el Este y el Oeste, así lo corrobora. La posición del presidente armenio no tiene futuro porque implica acceder a todas las peticiones y exigencias de sus vecinos. Azerbaiyán está crecido por sus victorias, su fuerte respaldo y la inexistencia de apoyo para Armenia y, por ello, sigue presionando para conseguir, como paso siguiente de su bien estudiada estrategia, la apertura del corredor a través del sur armenio que conecte ambas partes del actual país azerí. Y todo ello, acompañado de reclamaciones de territorios de Armenia que, antes de la Revolución Rusa, estaban poblados mayoritariamente por azeríes.
En fin, un camino que llevaría a la desaparición del país cristiano que es lo que Ilham Alíyev realmente desea y para lo que está trabajando sin cesar desde que heredó la presidencia tras la muerte de su padre en 2003 y que ratificó tras unas elecciones en las que obtuvo el 92% de los votos, en las que los controles democráticos brillaron por su ausencia. Antes de los comicios llevó a cabo una campaña de represión sin cuartel de opositores y medios no afines.
Armenia fue abandonada por todos hace ya bastante tiempo y el horizonte de alto riesgo y el calado estratégico de los conflictos actuales no puede dejarnos indiferentes. El riesgo geopolítico del momento actual es de una intensidad desconocida desde que la Guerra Fría se fue encarrilando y el nivel de confrontación entre potencias grandes y medianas es preocupante. Hoy Armenia no es importante, pero la chispa puede saltar en cualquier lugar y en cualquier momento.
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