El criticón
La autocomplacencia no es buena señal. A la crítica fundamentada no se puede contestar con descalificativos, sino con otros datos. Es bueno el debate
En los tiempos de mocedad en el colegio, teníamos un periódico escolar de edición semanal, que elaborábamos algunos alumnos. La sección que el que suscribe ... llevaba, posiblemente porque nadie se atrevió a cogerla, se titulaba 'La Crítica'. Me dedicaba a 'comentar' algunos modos de proceder de algunos profesores, algún modo peculiar de recibir clase en algunas asignaturas y algunos usos y costumbres del centro educativo. Lo intentaba hacer con educación, mucho tacto y mano izquierda (por la cuenta que me tenía) y, sobre todo, con argumentos convincentes; al menos, para mí. Quiero apuntar que, encontrándonos a finales de los años 60 del pasado siglo, es decir, en plena dictadura franquista, la crítica franca y abierta no era ni habitual ni conveniente ni en los medios de comunicación de entonces ni en ningún lugar confesable. Por mi parte, dando pistas sobre los aludidos, trataba de evitar revelar sus nombres y de faltar al respeto, como a veces lo hace hoy en día hasta algún académico de la Lengua. Y lo que sí tenía claro es que si yo opinaba y criticaba (constructivamente, por supuesto) tenía que ser receptivo a ser también criticado.
Viene al hilo todo esto, y ahora que parece que ha pasado un poco la marejada, porque me ha sorprendido mucho últimamente -puede que también porque ignore algunas claves- la piel fina de algunos supuestamente criticados (¿excusatio non petita … acusatio manifiesta?) y también de algunos críticos. Me estoy refiriendo al informe de un grupo de conocidos empresarios y profesionales sobre la economía vasca. Sin querer entrar en el fondo del asunto, creo que no dice nada especialmente novedoso, sino que marca una serie, digamos en lenguaje de consultor, de «puntos de mejora». Ni señala, ni creo que quiera hacerlo, culpables, sino que enfoca realidades y problemas, que por supuesto pueden ser discutibles. Hay quien dice que algunos datos no son exactos y que otros son subrayados por interés de parte. Puede ser. Hay quien dice que no se prodigan en las posibles soluciones; yo creo que sí, aunque sean lógicamente discutibles. Puede también que parezca que se decantan más por el crecimiento económico que por la minoración de las desigualdades; son opiniones, también respetables. Pero en cualquier caso es un informe meditado y documentado y que es de agradecer.
También me ha sorprendido la aparente llamada a capítulo, a consultas, por parte de los poderes públicos a los escribientes; vamos, como a un embajador extranjero cuando se está a punto de romper relaciones. Esto, además de reflejar poca cintura, es contradictorio con supuestos procesos en marcha, de escucha, para conocer opiniones, inquietudes y anhelos de la sociedad civil. Y si la sugerencia es que se pase por el filtro o la censura política antes de hacerse públicas opiniones, suena a épocas afortunadamente periclitadas. La autocomplaciencia y el no respetar al niño que indique que el rey está desnudo no es muy buena señal. A la crítica fundada y fundamentada no se puede contestar con descalificativos sino con otros datos, otras opiniones.
Es bueno el debate. De la sana discusión surge la luz. Y eso debe beneficiar a todos. Puede que el informe intente marcar el camino y que a las autoridades políticas no les ha sentado muy bien. Pero es una opinión (de peso, claro está) y hay que saber encajarla. Y también los autores del informe deben saber encajar las críticas. Como el que suscribe, que cada vez que opina con nombre y apellidos, sabe que se moja y que puede ser lícitamente criticado.
Creo que hay que opinar, es conveniente y también conviene que los lideres se mojen. A mí, al menos, no me vale, y lo hacen muchos políticos y hasta candidatos a otros cargos, decir aquello de 'yo apoyo lo que diga el pueblo'. No, un líder o uno que pretenda serlo debe proponer y el pueblo, decidir si le convence o no su propuesta. Lo otro es apuntarse hábilmente a gestionar lo que otros decidan.
Conviene de vez en cuando releer a los clásicos. El jesuita Baltasar Gracián, autor de 'El criticón', nos sugería, entre otras cuestiones, en 'El arte de la prudencia': no responder a quien nos contradice, sopesar las cosas, nunca perder la compostura, no quejarse, saber escuchar a quien sabe…
Por mi parte, a pesar de mis pinitos literarios de los que hablaba al principio y siguiendo sensatos consejos paternos, la vida me llevó profesionalmente más por las cuentas que por los cuentos. Creo que acerté, ya que seguramente he realizado y he recibido menos críticas a lo largo de mi vida profesional. Aunque ahora, como uno es reincidente y le va la marcha, me haya vuelto, en el buen sentido de la palabra y con constructivas intenciones, un poco 'criticón'.
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