Joe Biden es el perfecto antagonista de Donald Trump, lo que suscita grandes expectativas entre los detractores del segundo, dispersos por el mundo entero. En ... realidad nunca sabremos los votos que ha cosechado el ganador de un complejo e interminable proceso electoral ni cuántos podrían ser más bien contrarios a Trump, el perdedor por goleada de unas elecciones con una participación sin precedentes. Pero esa curiosidad ya no tiene la menor importancia. Kamala Harris también habrá tenido su tirón y Bernie Sanders no dejó de movilizar a sus adeptos, además de pronosticar con total exactitud qué haría exactamente Trump al conocer los resultados adversos.
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Tras el tempestuoso e irascible magnate neoyoquino, la Casa Blanca será ocupada por un hombre tranquilo que no suscita de suyo grandes entusiasmos, pero por eso mismo tampoco despierta mayores aversiones. La vida le ha propinado serios reveses que parecen haberle forjado un carácter estoico, totalmente opuesto al histrionismo de su predecesor en el cargo. Durante ocho años ofició discretamente como vicepresidente de Obama, demostrando tener una carácter dialogante apto para la negociación. Otro inconmensurable contraste con Trump.
También parece probado, merced a una dilatada trayectoria en la política, que las corruptelas no parecen tentar al nuevo presidente de Estados Unidos. Cabe pronosticar con total seguridad que nunca se propondrá terminar su mandato subastando indultos para sus fieles, como ha hecho hasta ahora mismo su antecesor. Esperemos que Trump sea inhabilitado para volver a presentar su candidatura y tenga que conformarse con aparecer en televisión o jugar al golf, las únicas actividades que han jalonado toda su trayectoria vital, sumando las comparecencias ante los juzgados por sus pleitos pendientes.
Las intervenciones de Biden resultan un tanto anodinas. ¡Loado sean los cielos! Vendrá bien un poco de aburrimiento, aunque al principio hasta echemos de menos el sobresalto continuo a que nos habíamos acostumbrado durante los últimos cuatro años, donde se iban concatenando los pirómanos exabruptos de quien utilizaba Twitter como si desenfundara su pistola en un duelo del salvaje Oeste. Curiosamente, un asaltante del Capitolio quiso vender a los rusos un ordenador sustraído en el asalto, mostrando con ello un patriotismo sin parangón en la estela de su estrafalario mentor, tan afín a Putin
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La excelente noticia es que las instituciones y el engranaje del sistema democrático norteamericano parecen haber superado la extravagante prueba de que se amotinara su máximo garante, incapaz por otra parte de reconocer algún error o disculparse por sus tropelías. Incluso un Tribunal Supremo nombrado en buena medida por el propio Trump no accedió a tramitar sus demandas. Otro tanto hicieron altos cargos del Partido Republicano, que se resistieron a las bochornosas coacciones emanadas del Despacho Oval.
La sombra del penoso legado trumpiano se proyectará inevitablemente sobre sobre Biden. Falta saber por cuánto tiempo. Los desafíos pendientes son de una enorme magnitud. Por de pronto, debe afrontar los estragos de una menospreciada pandemia sanitaria y sus devastadores efectos económicos, el reavivado conflicto racial y una exacerbada xenofobia.
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Trump no logró terminar su muro con la frontera mexicana, pero ha logrado cercar el Capitolio y la Casa Blanca con vallas que amurallan ambos recintos. Washington parece una zona de guerra con un despliegue sin precedentes de la Guardia Nacional. Pero la peor muralla que ha erigido el trumpismo es de otra índole al dejar una nación dividida en dos bloques absolutamente polarizados.
Costará revertir el sectarismo de trincheras propiciada por esa psicopatología política del trumpismo. Además de propiciar una inédita cobertura sanitaria generalizada y asistir a los grupos más desfavorecidos propiciando otro New Deal, se impone facilitar también el acceso a los bienes culturales. Urge regular por doquier el flujo de información tóxica que circula sin trabas por internet, inoculando el nocivo virus de los más variopintos negacionismos basados en estrambóticas posverdades y absurdos hechos alternativos. La divisa ilustrada del pensar por cuenta propia es lo único que puede salvarnos de la manipulación demagógica y la servidumbre voluntaria, anejas a esa culpable minoría de edad que Kant diagnosticó en '¿Qué es la Ilustración?'
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El tándem Biden-Harris cuenta con una exigua mayoría en la Cámara de Representantes y el Senado para recomponer la nave común tras haber doblado un borrascoso Cabo de Hornos y dejado atrás la tempestad inducida por los huracanados vientos del trumpismo. Empapados aún por la tormenta, es el momento de ilusionarse con ese arcoíris que cabe otear en el horizonte gracias al nuevo talante de la presidencia estadounidense.
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