Azar o estafa
En una Francia en situación financiera crítica, en 1728, un grupo que incluía a Voltaire dio con una fórmula segura de ganar la lotería
Suele decirse que la lotería es un impuesto regresivo que pagan los tontos persiguiendo sueños imposibles. En España, desde que Carlos III instituyó el juego ... de La Primitiva en 1763 se hizo muy popular. En los mismos establecimientos en los que se vendían los boletos se vendían también libritos de instrucciones para el juego con las cábalas, tablas complejas con las que acertar seguro el siguiente premio, pero ninguna cábala dejó de ser eso, una cábala, un sueño que moría al conocer el resultado.
Pero hubo una ocasión, en Francia, el año 1728, en la que un grupo tuvo una fórmula segura de ganar la lotería y que les convirtió en inmensamente ricos. Esta es la historia.
Comienza en 1728, en una cena en casa de Charles du Fay, que era un eminente físico. Eran los años dorados de la Ilustración. Matemáticos, geógrafos, astrónomos, físicos de repente surgieron en batallones de la mano de la razón y la luz del conocimiento científico. Así que Charles du Fay invitó a la cena a otros ilustrados y encontramos entre ellos a dos que nos interesan en esta historia: Voltaire y Jean Marie de la Condamine.
Voltaire, joven que rondaba la treintena, acababa de venir de su exilio de Londres. Había estado antes once meses en la Bastilla por mofarse de los amores incestuosos de la duquesa de Berry. Al salir de la prisión decidió cambiarse de nombre (en realidad se llamaba François-Marie Arouet) y adoptó el de Voltaire. Poco después un noble de alto rango, De Rohan, se burló de su nuevo nombre y Voltaire le contestó: «Yo estoy comenzando a hacerme un nombre; usted, en cambio, está terminando el suyo». Esta respuesta le costó una paliza de los esbirros del noble y un nuevo encierro en la Bastilla que conmutaron luego por el exilio londinense.
El otro comensal, Jean Marie de La Condamine, era un eminente matemático, geógrafo y astrónomo. En la época de esta cena de París, Voltaire no tenía aún la fama posterior, pero comenzaba a repuntar como 'escritor filósofo' y De La Condamine le tenía especial admiración. Lo conoció en esa cena y aprovechó para hacer un aparte y charlar un rato con él. Al final le hizo una propuesta singular y extraña.
Pocos días más tarde le escribió una carta recordándole la propuesta, le reiteraba su admiración y le informaba de que sus socios, que eran otras once personas, le admitían en la sociedad, que lo pensara unos días pero que, en cualquier caso, era una información reservada y secreta.
En la misma época, el Estado francés estaba en una situación financiera crítica, había emitido bonos con un interés atractivo para financiarse pero ya no los podía pagar, ni tampoco abonar a su vencimiento el principal. En esta situación los bonos emitidos se convirtieron en lo que hoy llamaríamos 'bonos basura'.
El ministro de Finanzas tuvo lo que a él le pareció una idea genial; creó una lotería para los titulares de los bonos. Funcionaba de la forma siguiente: cada titular de un bono podía comprar un boleto por el importe de una milésima parte del valor nominal del bono. Si acertaba, el Estado le pagaba el valor nominal del bono y le daba, además, un gran premio.
En el mercado había bonos de mil libras, de diez mil y de cien mil. El que tenía un bono de mil libras pagaba una libra por el boleto; el de diez mil, diez y el de cien mil, cien. Pero todos los boletos tenían las mismas probabilidades de resultar premiados, independientemente del precio inicial. De La Condamine inmediatamente se dio cuenta del fallo del sistema; si compraban de forma masiva bonos de mil libras, que en el mercado valían mucho menos, podían adquirir un gran número de boletos, con lo que las probabilidades de conseguir el premio eran enormes.
El matemático y otros once amigos crearon lo que hoy llamaríamos un fondo de inversión. Su admiración por Voltaire hizo que le ofreciera participar, y Voltaire, que además de 'escritor filósofo' era muy buen empresario, aceptó la oferta. Así quedó constituido por trece personas el fondo que haría saltar la banca de la lotería del ministro de Finanzas. Y comenzaron la compra masiva de bonos baratos con el dinero del fondo. El sorteo se realizaba el día 8 de cada mes y en un porcentaje altísimo el grupo ganaba el premio de la lotería.
Durante más de dos años el 8 de cada mes se convirtió en día de cobro para el fondo que se repartía los beneficios, hasta que el ministro de Finanzas se dio cuenta de que siempre eran los mismos los que ganaban, y los denunció. Hubo juicio del Estado contra los miembros del fondo, Voltaire se defendió con un argumento simple y contundente: «Si comprar bonos era legal, y comprar boletos con los bonos también, hacer las dos cosas no podía ser ilegal».
Ganaron el juicio y el Estado anuló la lotería tan mal diseñada. Se dice que Voltaire y De La Condamine ganaron la enorme cantidad de 500.000 libras cada uno. A partir de entonces, Voltaire se pudo dedicar sin sobresaltos económicos -de los otros sí que tuvo- a su filosofía y De la Condamine, a sus números y a sus astros.
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