En sus memorias, el político liberal Antonio Alcalá Galiano evoca la figura de su tío, el militar y hacendista Vicente Alcalá Galiano, fiel servidor de ... la Administración real, pero que llevaba dentro un espíritu republicano. Así que se llevó la mayor alegría el día en que supo que Luis XVI había sido guillotinado. En épocas de grandes cambios políticos son frecuentes tales fenómenos de doble personalidad, asociados muchas veces al transformismo; esto es, a la adecuación del personaje a un sistema de poder enfrentado a su ideología.
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Tal vez el más espectacular en la historia haya sido el de Napoleón Bonaparte, patriota extremista, que cuando ya ha emprendido la carrera militar en Francia sigue proponiendo que el deber de todo corso es matar al primer francés que tenga delante. Lo olvidó luego, hasta que, vencido en Santa Elena, elogia el comportamiento de los españoles en 1808 que le «causó la ruina», actuando contra los franceses en masa como «un hombre de honor», con la misma aplicación de la ley de venganza frente a la invasión que exigió en 1789 a sus compatriotas corsos. Ideas radicales y adecuación también radical.
Es útil recordar tales antecedentes cuando la designación por Yolanda Díaz de un notorio embajador como número 2 de su candidatura plantea ya de entrada la sorpresa de ver a un alto cargo diplomático sumándose a una oferta política de izquierda, con un fuerte componente comunista en la propia figura de su líder. La biografía de Agustín Santos Maraver, al parecer 'brazo derecho' del ministro Moratinos -de quien sigue siendo estrecho amigo-, con Zapatero al frente del Gobierno, ofrece ya datos significativos. No se trató solo de sustituir la animosidad de Aznar contra los regímenes dictatoriales en América por una coexistencia humanitaria, sino que olvidando los derechos humanos se pasó a una amistad fraterna (muestra: fuera los disidentes de la Embajada en Cuba), luego extendida a la Venezuela de Chávez. Sobre el terrorismo islamista, la solución era la costosa Alianza de las Civilizaciones, encabezada por Zapatero ¡y Erdogan!, aún hoy sinecura para el exministro. Y como Zapatero sigue incordiando al lado de Venezuela y Nicaragua, el desembarco del embajador Agustín Santos Maraver en primera fila de la política española no es ya un augurio de coherencia democrática para un futuro Gobierno de izquierda.
Lo es menos aún porque Santos Maraver es un caso público de la doble personalidad evocada al comienzo de este artículo. Desde años atrás, y al mismo tiempo que opera como embajador ante la ONU, está en la redacción y es un colaborador principal de la revista teórica 'Sin permiso' -también escribió en la trotskista 'Rebelión', como Pablo Iglesias-, expresión del círculo marxista español más riguroso. Firma en ella con el heterónimo Gustavo Buster. La dirigió hasta su muerte en 2017 Antoni Doménech, filósofo y traductor de gran calidad, discípulo del más importante de los pensadores marxistas españoles, Manuel Sacristán. Al lado de esta línea de pensamiento, Podemos es calderilla doctrinal.
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El renombre político que va a adquirir Santos Maraver ayudará sin duda a que los lectores conozcamos o reencontremos ese esfuerzo por sentar los fundamentos de la superación de la sociedad capitalista en nuestro país, según él, asentada en falso con «el régimen de 1978». Habría sido esta «la Segunda Restauración», tipo Cánovas, que se hizo negando el derecho esencial de la democracia: la autodeterminación. De ahí su gran elogio al 1º de Octubre catalán. En realidad, la forma democrática no importa demasiado: sus juicios sobre Venezuela o sobre la propia España me recuerdan los años jóvenes del 68, cuando los 'troskos' negaban la validez a la meta democrática en nombre de la lucha de clases y del objetivo revolucionario. Su bosquejo histórico del PCE, bien construido, ilustra ese imperio de la teoría, elaborada supuestamente al servicio de los trabajadores, sobre la prosaica realidad. Lógicamente, la monarquía es el símbolo a derribar de ese régimen de dominación de clase.
En un artículo sobre Yolanda Díaz (9-6-23) advertí acerca del desfase entre su práctica reformadora y un discurso de ilusiones y ataque simplón a la derecha. Es claro que ese vacío queda del todo cubierto con la presencia de una ideología de ruptura como la de Buster/Maraver, antiimperialista en la forma, anti-OTAN, ambigua en Ucrania, de falso progresismo en América, republicana por anticapitalista y en definitiva anticonstitucional. La encrucijada es grave para la izquierda, para la democracia y para la propia Yolanda Díaz, que debe elegir entre su sonrisa y la máscara.
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El marxista-leninista Enrique Santiago puede acentuar ese caos desde IU. Y, de paso, podemos preguntarnos cómo ha sido posible que en un Gobierno democrático, por mucho que se diga de izquierda, se haya dado esa coexistencia entre cargo democrático y negación del orden constitucional por quien lo ejerce. Claro que si la perspectiva de una victoria del PP, con inevitable participación gubernamental del neofranquista Vox, a la vista del pacto de Valencia, sitúa la alternativa en la extrema derecha, tal y como proclama el PSOE, Feijóo puede ganarse la derrota.
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