Promesas de almíbar
La confianza de la población en la política se recupera mejorando su vida, ganando derechos, no con genéricas alusiones a la ética
Comienza el curso político y con él asistimos a las primeras acciones del recientemente nombrado lehendakari, Imanol Pradales, y su Gobierno: ronda de reuniones con ... partidos y sindicatos, elaboración de diagnósticos, mesa del Pacto Vasco de Salud, propuesta de Pacto Ético... En general, buenas intenciones; veamos si todo esto no es una cortina de humo.
Vivimos tiempos convulsos, un momento histórico en el que los marcos de la extrema derecha y sus argumentos parecen convencer a mucha gente. Una coyuntura global en la que somos testigos del genocidio al pueblo palestino perpetrado por Israel -con la complicidad internacional-, muchísima violencia, guerras, extractivismo, crisis climática y migraciones que están dejando miles de muertos a las puertas de la Europa fortaleza, entre otras cuestiones.
Y mientras tanto, en el Estado vivimos un clima político que es insoportable. Con una extrema derecha y una derecha que se extrema en el discurso que ni comen ni dejan comer. Un Partido Popular desatado que ha comprado tanto el discurso a Vox que no es capaz de nombrar la violencia machista, que no para de mentir con los datos y que es capaz de cualquier cosa menos de hacer política útil. Una manera de hacer política, la suya, que es el barro por el barro, la crítica a destajo y el tirar por tierra todo sin propuestas constructivas, ni rastro de hacer oposición responsable, vaya. La política del «si no gobierno yo nada vale».
Un clima el de la política estatal que es cierto no podemos extrapolar a la política vasca en las formas, aunque quizás sí en el contenido. Es verdad que no se caracteriza el Parlamento vasco por el debate bronco y faltón entre parlamentarios y parlamentarias, pero el argumentario reaccionario y demagogo sí ha llegado a la política vasca. Constantemente dirigentes políticos vascos lanzan mensajes plagados de datos falsos que no hacen sino fomentar los discursos de odio. Cuando las cosas vienen mal dadas, cuando hay necesidad económica, angustia vital o simplemente miedo a lo que vendrá, buscar un chivo expiatorio al que culpar de la situación es fácil, y además da resultado. Y eso hacen precisamente las derechas: crear un problema y luego otorgarle un culpable.
Esto quizás no sea debate bronco, pero sí es algo que genera bronca. Quizás se diga con mucho respeto, pero lo que subyace genera odio. Y en estos días en los que se habla mucho sobre ética en Euskadi, creo que esto merece un lugar.
Hace unos días el lehendakari Pradales nos ha hecho llegar un Pacto Ético a los grupos políticos. Con este pacto se pide ejemplaridad a quienes nos dedicamos a la política. Dice el texto que la ética es inherente a la política, que no garantiza que esta sea buena, pero que no puede haber buena política sin base ética. Estamos de acuerdo con esto, pero ¿a qué ética se refiere?
La ética es fundamental en política, efectivamente, pero afirmar que la ética se reduce al buen talante entre políticos y a las formas y que este es el origen de la desafección en Euskadi puede ser un análisis un tanto incompleto, teniendo en cuenta, además, como se reconoce en el propio documento, que en Euskadi el clima político es otro muy distinto.
Quizás la desafección puede tener que ver con la falta de ética en las políticas públicas. Porque ¿acaso la ética en la política no se extrapola a las empresas que se subcontratan? ¿Acaso no es ética el garantizar derechos laborales y que primen los servicios públicos de calidad y no la ganancia empresarial? ¿Acaso la ética en la política no tiene que ver con huir de las redes clientelares y la privatización de los servicios públicos? ¿Acaso no vamos a hablar de ética cuando dirigentes jeltzales y populares relacionan la migración con la delincuencia fomentando los discursos racistas y xenófobos y justificando los abusos policiales a los manteros? ¿No sería ético poner encima de la mesa que en Euskadi no tenemos una Ley de Transparencia?
Si queremos, por tanto, hacer un Pacto Ético de verdad tenemos que bajarlo a medidas concretas, a la política concreta. Hablemos de todo esto, llevémoslo al debate parlamentario. Porque hacer una declaración de intenciones y darle el lugar de diagnóstico ante la desafección no es realista. La desafección política es nuestra responsabilidad, sí. Y más aún cuando la sociedad se derechiza rápido y se compran los marcos de la extrema derecha.
Desde nuestra coalición pensamos que son otras las formas en las que se recupera la confianza de la gente; la recuperamos ganando derechos, mejorando su vida, bajando los precios de la vivienda, garantizando una educación pública de calidad, una sanidad pública de calidad. Garantizando que las vidas pueden ser mejores para todas, y no para el que tiene posibilidades económicas. Eso frena la desafección, sentir y palpar que la política es y tiene que ser útil.
Decía Tirso de Molina que «en las promesas almíbar, en el cumplimiento acíbar». Y cuánta razón tenía...
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