EFE

oír el silencio

La Caballé era como una ballena que se hubiera tragado una bandada de ruiseñores. El Liceo de Barcelona era su casa pero ella entraba en todas con su prodigiosa voz. Era gorda, afable y risueña. Su muerte ha venido a coincidir con el asalto al Parlament catalán y otros edificios oficiales que siguen buscando alojamiento mientras se pisotea la bandera española. Somos muchos los que no podemos admitir lo que está pasando en Cataluña y no acaba de pasar. El llamado 'sanchismo' es débil y esta flaqueza se le nota hasta en la manera de respirar, pero está relativamente vivo porque sospecha que le aguardan empresas mayores.

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Hablamos de fanáticos iluminados y de comités de acción violenta mientras Cataluña se desangra y los empresarios ponen tierra y mar por medio para huir de sus empresas. Más grave que la inestabilidad es el abandono de la esperanza, que sabemos que es lo primero que se pierde. Sustituir al PP es muy difícil porque los suplentes son peores que los titulares. ¿Qué puede hacer Pedro Sánchez con estos mimbres? Cualquier cesto le sale agujereado, pero no tenemos otros. Mientras, Torra anima al ataque de sus incansables brigadas de combate, que sí saben lo que quieren: huir de España y contemplar desde lejos su hundimiento. El líder de ERC, el pertinaz Oriol Junqueras, ha convertido su cárcel en un centro de poder, aprovechando que el poder está descentrado, y la alcaldesa Colau pide otro pacto, para ver si le salen las cuentas autonómicas y estatales. Nunca están claras. Ni siquiera para los contables, que son los que menos culpa tienen. Quizá porque la suya se la echan otros.

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