No hay retorno
Tarde o temprano, nuestros encantadores ordenadores podrán leer lo que pensamos
Ayer se me rompió el ordenador y he tenido que comprar uno nuevo. No tardé ni treinta segundos en decidirlo, no tenía opción. Ya no ... concibo la vida sin ordenador: sin correo electrónico, sin redes sociales, sin la música y los vídeos a la carta, sin ver mil fotos antes de comer y otras mil después, sin leer mil pequeñas frases, titulares, comentarios, tuits por la mañana y otros tantos por la tarde. Y no digo que me sienta orgulloso de todo eso. De ese flujo e influjo imparable y banal, de esa especie de ansiedad de los ojos. Sin más lo constato, porque es así, pero en cierto modo me apena y me hace pensar y preguntarme cómo sería mi vida si de repente me viera ahora forzado a prescindir de todo eso. No sé si podría (creo que no) volver ya a ese mundo anterior que, por una parte todavía veo cercano en mi recuerdo, pero por otra siento lejanísimo.
Mi nuevo ordenador es un aparato vigoroso, veloz e intuitivo. Es potente y me doy cuenta de que todavía me intimida un poco. De hecho, me acerco a él despacio y trato de acariciarlo con delicadeza. Como si temiera que fuera una fiera. Ya que, en cierto modo, sé que lo es. Y puede que suene a broma, pero yo desconfío de él. Y lo haré siempre. Estudié en la escuela del perpetuo recelo y no me fío mucho de esta nueva tecnología casi perfecta. Porque creo saber que tarde o temprano nuestros encantadores ordenadores personales podrán leer lo que pensamos, analizarán nuestro tono de voz y nuestros gestos, y conocerán nuestras más secretas preferencias (y hasta intenciones). Ya lo hacen.
De momento, estoy observando que mi nuevo ordenador obedece órdenes orales, me corrige y es capaz de hacerme sugerencias. Y hasta podría decirse que intenta parecer amable: su voz sintética, cuando me habla, está bastante lograda. Dentro de poco, estoy seguro, estos dispositivos domésticos tendrán un psicólogo incorporado que nos hablará con empatía y nos dirá lo que necesitamos oír. Aunque naturalmente también tendrán incorporado un policía secreto cuyo testimonio podrá servir como prueba para demostrar cualquier infracción que cometamos o hayamos cometido en el pasado.
Pero bueno, lo que quería decir es que esta columna es lo primero que escribo en este ordenador y no he podido menos que dedicársela a él. Aunque es posible que la decisión no haya sido mía sino suya, así que, en cualquier caso, me disculpo. Por último, una confesión: sospecho que mi ordenador anterior ha muerto por agotamiento: la cantidad de horas que lo he tenido funcionando durante la cuarentena me avergüenza tanto como me preocupa. No hay retorno, siento decirlo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión