Puigdemont se enroca
El soberanismo pretende mantener indefinidamente la inestabilidad, con sucesivas elecciones
El nacionalismo cultiva sus elementos mágicos, y ahora el soberanismo catalán estimula el culto al líder del irredentismo, el que tuvo el coraje de casi ... proclamar la República Catalana y el que encabezaba la lista ganadora en las autonómicas del 21 de diciembre. Puigdemont se cuida de guardar su legitimidad, que es un intangible sin contraste ya que el régimen autonómico catalán no es presidencialista: el presidente de la Generalitat alcanza el cargo mediante una elección de segundo grado, y no necesariamente ha de corresponder al cabeza de lista más votada del nacionalismo mayoritario. De hecho, Puigdemont ni siquiera ganó las elecciones: lo hizo Arrimadas.
Puigdemont se cierra en banda a ser sustituido. A la reunión de Berlín del sábado, PDeCAT y ERC acudieron creyendo que se desbloquearían la situación, que al fin Puigdemont, para evitar una repetición de elecciones, aceptaría otro candidato. Pero no ha sido así.
De hecho, los optimistas no tenían en cuenta que el Parlamento, a instancias del expresident, sacó adelante la ley de la Presidencia el viernes. Torrent se saltó la advertencia del Constitucional y la norma está siendo recurrida por el Gobierno. Se trata, pues, de conseguir que no cesen las marrullerías para que la situación catalana se mantenga en tensión.
El intento imposible de investir 'a distancia' a Puigdemont tiene plazo designado: hasta el 14 de mayo. Si para entonces no ha podido tener lugar, se intentaría con otro candidato porque JxCat no quiere nuevas elecciones. Y puesto que el límite para proceder a la investidura concluye el 22, aún quedaría tiempo para un último intento, con Jordi Sánchez u otro. Es decir, que en la práctica se descarta la normalización porque ni siquiera se plantea la única posibilidad de que se produzca: la investidura de un candidato sin cuentas pendientes con la Justicia. Esta última opción tampoco es fácil ya que, si prospera el recurso contra la delegación de los votos de los prófugos Puigdemont y Comin que ha presentado Ciudadanos, el concurso de la CUP sería indispensable para la investidura, y es improbable que los antisistema apoyen a un candidato 'limpio'.
La conclusión es clara: el soberanismo pretende mantener indefinidamente la inestabilidad, con elecciones sucesivas, que arrojarían resultados casi idénticos. De forma que la zozobra podría durar años. Y en estas circunstancias, ¿tiene sentido que el Estado se pliegue a esta arbitrariedad, que desgasta la política general, e impide la normalización social y económica de Cataluña? El artículo 155 ofrece un amplio margen de intervención del Estado en la autonomía catalana. Quizá fuera preciso detener el carrusel, abrir un plazo de tiempo para la reflexión (y para el desarrollo de los procesos judiciales) y aplazar por tanto las autonómicas varios meses para que se asienten las circunstancias de futuro.
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