A propósito de Elkano
Consejero de Cultura y Política Lingüística ·
Los 500 años de la gesta del marino vasco deberían animarnos a profundizar en nuestra historia y sus protagonistas para asumir, con sus glorias y miserias, un pasado poco reconocidoQué te sugiere el nombre de Elkano?» Hace menos de un mes formulé esta pregunta a un conocido guipuzcoano. Su respuesta -«no gran cosa, solo ... me hace recordar a algunos ilustres personajes vascos del siglo XVI», me dijo- confirmó mis sospechas. Siempre me ha llamado la atención la poca relevancia que la figura de Juan Sebastián Elkano ha tenido entre nosotros, fuera de los lindes de su Getaria natal. Esta misma impresión debieron tener quienes, hace 100 años, se dispusieron a recordar al primer hombre que había «descubierto e redondeado toda la redondeza del mundo», y organizaron una serie de festejos y actividades para honrar la figura del getariarra. De aquel cuarto centenario conservamos la representación del desembarco que se celebra en Getaria cada cuatro años. Nos queda también el monumento que ocupa el promontorio sobre el frontón de la villa, así como el retrato pintado por Ignacio Zuloaga, que se conserva en el Palacio Foral de Gipuzkoa y en el que el pintor eibartarra plasmó la determinación y fortaleza que presumía en la figura del marino de Getaria. Poco más.
Lástima que no haya sido descubierto aún el documento en el que, por encargo del emperador Carlos I, Elkano escribió su propia versión de los hechos vividos en la travesía que transcurrió entre los meses de septiembre de 1519 y 1522, empresa en la que el mercante guipuzcoano se enroló a las órdenes de Fernando de Magallanes y cuya fase final y más importante capitaneó con éxito. A falta de su propio testimonio, fueron otros quienes, utilizando diferentes fuentes, dieron forma al relato oficial y han dejado para la posteridad la noticia de una gesta en la que apenas hay protagonismo para quien realmente la culminó, Juan Sebastián Elkano. ¡Dichoso relato!
La figura de Elkano, y la de otros «ilustres personajes vascos» del siglo XVI, nos retrotrae a una sociedad muy activa formada por industriales, ferreros, madereros, agricultores, comerciantes, navieros, pescadores, navegantes, clérigos y funcionarios reales. Una época económicamente desarrollada, en la que los emprendedores vascos tuvieron un protagonismo destacado en las actividades más importantes del momento, como el comercio, la construcción de barcos, la pesca o la navegación. Mientras muchos se quedaban y mantenían el hogar, la lengua, la tierra y la industria, otros marchaban para hacer carrera o probar fortuna en la Corte o en las principales plazas de la época. Es un tiempo y un contexto en el que destacan, además del propio Juan Sebastián Elkano, los marinos Urdaneta y Legazpi, Ignacio de Loiola y Francisco de Javier, el escultor azpeitiarra Juan de Antxieta o su vecino y homónimo Juan de Antxieta, compositor y músico en la Corte, o el autor del primer texto literario en euskera, el clérigo bajonavarro Beñat Etxepare. A todos se les recuerda por las obras que protagonizaron y de todos se destaca siempre su origen vasco.
Esta «generación» forma parte de nuestro patrimonio histórico y cultural, y no deberíamos descuidar la investigación de su legado ni el análisis del contexto económico, social y político en que vivieron. Estos estudios son imprescindibles para evitar un doble riesgo. Por una parte, la tendencia de quienes desde un punto de vista excluyente y exclusivista reniegan de los personajes que no se acomodan a su imagen deseada de la patria vasca y a su relato histórico. Por otra parte, la tentación de quienes desde una visión «uniformadora española» pretenden forzar la visión del patrón único, grande y libre, olvidando la riqueza de la diversidad y, en este caso, el especial protagonismo y carácter de los personajes de origen vasco.
El recuerdo de Elkano y de su tiempo, en su quinto centenario, nos debería animar a profundizar en el conocimiento de nuestra historia y sus protagonistas, hombres y también mujeres, como vía para asumir, con todas sus glorias y miserias, este pasado poco reconocido. Sería una buena oportunidad para seguir recuperando y dando importancia a nuestro patrimonio cultural y de compartir un relato histórico coherente con nuestro pasado.
Hoy, 10 de agosto de 2019, se cumplen 500 años desde que aquella expedición militar y mercantil, armada por el emperador Carlos I y capitaneada por Fernando de Magallanes con 240 hombres, partió desde Sevilla, para terminar de avituallarse en Sanlúcar de Barrameda e iniciar su travesía el día 20 de septiembre. Al menos tres de aquellas cinco naves habían sido construidas en la costa vasca y fueron armadas con materiales procedentes de bosques y ferrerías vascas. Y casi uno de cada cinco tripulantes que se embarcaron en aquella aventura fueron marinos de origen vasco. Casi tres años después, el 6 de septiembre de 1522, Elkano, al mando de una nave desvencijada que hacía aguas por todas sus costuras y con una tripulación de solo 18 hombres exhaustos, arribaba a su puerto de origen, consciente de haber dado la vuelta al mundo «yendo por el oçidente e veniendo por el oriente» y de haber encontrado una nueva ruta a la especiería, tan importante en aquella época.
Tenemos tres años para profundizar en aquel tiempo y acompañar aquella travesía, «el más extenso viaje de descubrimiento, la aventura más atrevida en la historia de la humanidad» hasta el siglo XX con el viaje a la Luna. Tenemos tres años para enriquecer un legado que nos permita reivindicar la figura de Elkano y su contribución a la historia universal; una oportunidad, también, para seguir siendo conocidos y reconocidos por nuestra forma de ser y hacer.
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