El poder se estabiliza
Ha sido un 26-M calmado por el cansancio del electorado y porque la hegemonía política quedó ya dilucidada hace un mes. Se ha configurado el poder en España para varios años
En las elecciones europeas de hace cinco años -25 de mayo de 2014- se visualizó por vez primera la crisis del bipartidismo en España. Ganaban ... PP y PSOE, por este orden, pero entre los dos no llegaban a la mitad de los sufragios. Además, irrumpía Podemos, lo que se consideró anuncio de nuevos tiempos. Comenzó una etapa: los partidos 'emergentes' -Podemos y Ciudadanos- abrieron en canal sucesivamente a PSOE y PP. En combinación con la crisis catalana, todo quedó en solfa.
Tras un lustro de convulsiones, las aguas parecen remansarse ahora. No vuelven al cauce que se desbordó hace cinco años, pero tras tres elecciones generales y dos locales -y diversos comicios autonómicos- el sistema de poder se estabiliza.
Sólo el PNV ha logrado navegar por estas aguas procelosas sin graves daños. El 26-M su victoria es nítida e incontestable, mejorando posiciones en las principales instituciones: las tres capitales, las principales ciudades, las Juntas Generales, las diputaciones por tanto. El resultado es asombroso si se compara con lo sucedido a los demás partidos que dominaban hace una década. Las municipales y forales de 2015 fueron ya de ascenso para el nacionalismo, que recuperó la hegemonía que le había peligrado en 2011 cuando Bildu le arrebató la Diputación de Gipuzkoa o el Ayuntamiento de San Sebastián. Esta es la segunda elección local consecutiva en la que mejora nítidamente sus posiciones: 2011 (30%); 2015 (33%); 2019 (36%).
El PNV rentabiliza una gestión solvente y sin estridencias, en la que, gracias su novedoso papel central en la política española, ha logrado más recursos, anuncios de transferencias y mejoras de infraestructuras. Mantiene la propuesta de nuevo estatus rupturista -a Dios rogando y con el mazo dando-; pero, guste o no al nacionalismo más intenso, el PNV viene hoy a representar la moderación. Se beneficia quizás de las pérdidas del PP, en caída libre. Lo mismo el PSE, que consigue salvar los muebles, pero no gana poder en Euskadi.
Si se compara con hace cinco años, el PNV es el único partido que mantiene las posiciones de liderazgo que tenía. Por el lado catalán, todo ha cambiado, sin que sirvan de referencia comparativa los resultados de entonces. Tras la ruptura independentista, ahora deben evaluarse en función de la crisis de la ruptura: si desde la cárcel Junqueras gana a Puigdemont en Warterloo o viceversa, la política por otros medios... De la IU de aquella época apenas queda una pálida sombra. El PSOE gana en España, pero la distancia con entonces resulta sideral: ha de evaluar qué coaliciones hará o cómo compartirá poder, algo inimaginable en las décadas del bipartidismo triunfante. El PP queda condenado a una larguísima travesía del desierto, de la que ya se verá si sale.
Sólo el PNV permanece en los términos que tenía. También el nacionalismo en su conjunto mejora. Por lo que se colige, Podemos no ha cuajado como alternativa de poder en el País Vasco. El radicalismo de izquierdas se concentra en Bildu. Probablemente hará cuentas y reclamará al PNV que, por la suma, tocan campanas soberanistas. En materia de experimentos nacionalistas todo está abierto, pero el desarrollo de la campaña electoral, en la que han escaseado el nuevo estatus y los derechos a decidir, no permitiría deducir que los ascensos nacionalistas se producen por anhelos soberanistas.
Han sido unos comicios calmados, en el País Vasco y en toda España, por el cansancio del electorado y porque la hegemonía política quedó ya dilucidada hace un mes. Esta vez sin crispaciones, se ha configurado el poder en España para varios años. No es el que había antes de la crisis del bipartidismo. El PSOE ha recuperado la hegemonía que perdió a finales del periodo de Zapatero, aunque con dígitos muy inferiores. De cara a su partido, Sánchez cuenta con el aval de resultados inimaginables hace un año y gana cotas de poder territorial, incluyendo la disputa por la Comunidad de Madrid, la joya de la corona. Eso sí, habrá de recurrir a pactos, a veces complicados.
El PP cae con fuerza hasta en feudos históricos como Castilla-León y Murcia, en los que necesitará a Ciudadanos y Vox para conservar el poder. Lo peor: ha perdido el mínimo necesario para mantener la apariencia de alternativa. En el Parlamento seguirá siendo la cabeza de la oposición, pero le toca refundación o defunción, no se ve otra. Su único alivio es que no se haya producido el sorpasso de Ciudadanos. Tras captar personalidades de diversa procedencia, a la marca naranja le tocaría ahora vertebrar un partido en el pleno sentido del término, con bases locales que resultan imprescindibles.
Podemos mantiene un gran número de votos, pero la conquista del cielo no ha pasado de una nube habida cuenta la pérdida de apoyos y, sobre todo, de resortes de poder. ¿Un proyecto fallido? La sensación de que mendiga algún puesto en el Gobierno no devuelve el prestigio perdido. Sobre todo, porque quedó en la memoria colectiva cuando se adjudicaban ministerios y el Boletín Oficial del Estado.
Nueva estructura de poder en España: manda el PSOE, pese a su necesidad de alianzas, Ciudadanos se queda en el camino de convertirse en alternativa, el PP está a la intemperie, Podemos se perdió en Galapagar, Vox no es Le Pen y el catalanismo espera sentencia. En el País Vasco gana el PNV, como siempre.
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