Papichulo
A la última ·
En esto pasa como con los futbolistas: no todos llegan a las alturas que prometíanVer a un pelota en acción es un espectáculo fascinante. Hay gente que nace con ese don, como quien chuta con la pierna izquierda o ... escribe con letra redondilla, y lo va desarrollando desde el colegio. En esto pasa como con los futbolistas: no todos llegan a las alturas que prometían. Algunos pelotas se ven tempranamente frenados en los patios, de manera quizá no muy pedagógica pero eficaz, y otros van perdiendo entusiasmo por falta de resultados. No todos los profesores son permeables al halago desenfrenado y, desde que se puede pasar de curso con cuatro o cinco suspensos, los jamones han perdido su función correctora. Ahí tenemos pendiente una investigación sobre el impacto negativo de las sucesivas reformas educativas en la industria chacinera española. ¡Las pérdidas han tenido que ser enormes!
Por eso resulta tan gratificante encontrarse de pronto con un pelota monumental, esférico, inapelable: el Gran Pelota. A Mark Rutte lo teníamos por otra cosa. Un halcón, un tipo duro que disfrutaba cantándonos las cuarenta a los países mediterráneos, proclives a la pereza y al gasto compulsivo en charangas. Los pelotas finos sienten algo de vergüenza y saben envolver las alabanzas en una ligerísima capa de ironía, pero Rutte, secretario general de la OTAN, es un admirable y colosal pelota de trazo grueso. ¡Qué magníficos y serviles ditirambos! ¡Qué adverbios sonrojantes! El mensaje que le mandó a Trump ya me pareció una cumbre del género, pero nada comparable a cuando lo miró con arrobo y le dijo: «Papi a veces tiene que usar un lenguaje fuerte». Solo le faltó arrastrarse a sus pies y suplicarle: «Pégame, Papito lindo, y tienes holandés para toda la vida».
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