Pedradas
No tienen ojos y las carga el diablo. Así son las piedras. Armas perfectas para una lapidación o, si se tercia, para manifestar la ausencia ... absoluta de pecados. Y aunque podrían tener más utilidades, difíciles de considerar a estas horas, nada pintan en el debate político, por mucho que algunos se empeñen en argumentar su apoyo a las libertades a base de pedradas. No se es antifascista a golpe limpio. La razón es suficiente.
Se equivocan los que pretenden silenciar a Vox a base de contramanifestaciones y pedradas. La extrema derecha gusta de eso. El argumento del victimismo es su preferido. Proclaman las libertades y ansían que los que de verdad son demócratas cometan el error de no dejarles hablar. Por eso Santiago Abascal, provocado, saca barbilla, hincha el pecho y lo muestra desafiante a la multitud que le increpa. 'Aquí estoy', les dice. El resto es demasiado ibérico para reproducirlo por escrito. Un postureo patético ante el que no cabe nada más que el desprecio y la ausencia. Nunca las piedras.
Harían bien en preguntarse, aquellos que proclaman su amor a las libertades con tanto ardor antifascista, por qué razón hemos permitido y permitimos que mensajes como el de Vox u otros partidos de extrema derecha se hagan fuertes entre la gente. Y no vale con decir que son pocos. En democracia, las libertades hay que practicarlas para hacer justicia y nunca para exigir venganza. Sería conveniente, por ello, practicar un poco más la reflexión y dejar a un lado la dictadura de las tripas. Mientras tanto, lo mejor que puede hacerse con la 'derechona' es lo que decía mi madre: «No hay mayor desprecio que no hacer aprecio».
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