El pacto del insomnio
Por increíble que parezca, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias han logrado cerrar en 48 horas lo que se mostraron incapaces de arreglar en meses. Ya ... no hablan por persona interpuesta y se llaman por el nombre de pila, otra vez. Confirmado el acuerdo entre PSOE y Podemos para poner en pie un Gobierno de coalición, la primera pregunta que se viene a la mente es por qué ahora ha resultado tan aparentemente sencillo lo que se antojaba una empresa imposible. No solo eso: uno no puede dejar de darle vueltas a por qué el presidente en funciones llegó a lamentar cual plañidera los problemas que tendría para dormir por las noches si dejaba colarse a la zorra en el gallinero, o lo que es lo mismo a Podemos en el consejo de ministros. Y ahora no es que haya franqueado el paso a los morados, es que se le meten hasta la cocina. A la vicepresidencia, nada menos. El pacto del insomnio, vaya. ¿Recuerdan ese aroma a centro derecha, a 155, a obediencia a Bruselas, a Código Penal, de la campaña socialista? Pues en esto se ha quedado.
La coalición PSOE-Podemos nace ahora más débil de lo que podía haber sido. Contará de salida con diez escaños menos y volverá a depender de una constelación de fuerzas nacionalistas, regionalistas e independentistas que impondrán sus respectivos peajes. Sánchez ha cedido y se ha olvidado de que Iglesias le quitaba el sueño porque es consciente de que ni el país ni el PSOE aguantarían unas terceras elecciones. Y el líder morado ha preferido abrazar a Sánchez (y al poder) antes que seguir en la cuerda floja. Puro instinto de supervivencia.
De este modo, Sánchez se adelanta. Se da por hecho que contará con Más País, con Revilla y con el PNV, que ya ha anunciado su predisposición a apoyar cualquier Gobierno que sirva para aislar a Vox y poner de nuevo la cuestión territorial sobre la mesa. Además de permitirles seguir cuatro años más en el 'machito' en Madrid, claro. Pero esa hipotética mayoría, para prosperar, necesita sí o sí a ERC. Salvo que se logre la abstención de los restos de Cs, improbable con Inés Arrimadas como heredera del deslucido trono liberal. No es descabellado pensar que ERC cobrará más cara ahora su abstención que antes a un Sánchez que, precisamente, abominaba del acuerdo con Podemos por la distancia que les separaba a la hora de abordar el problema catalán. No querías caldo, pues toma dos tazas. El soberanismo catalán reforzará su influencia, igual que Vox, en inmejorables condiciones para hacer oposición. Cabe preguntarse si para este viaje hacían falta alforjas y si Sánchez dormirá ahora más tranquilo.
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