AFP
Furgón de cola

Rumba total

Estados Unidos aumenta la presión en el Caribey Nicolás Maduro rompe a bailar

Hoy al menos media docena de aerolíneas internacionales dejan de volar a Venezuela. Iberia está entre ellas. Tras la advertencia estadounidense de extremar las precauciones ... para volar al país caribeño, Air Europa «monitoriza» la situación. Ayer el espacio aéreo venezolano estuvo por momentos vacío. Existe la posibilidad de que lo que aparezca en el cielo de Caracas sean pasquines con la recompensa -hasta 50 millones de dólares- que el Departamento de Estado ofrece a cambio de información «conducente al arresto y/o condena de Nicolás Maduro». Para entender la disyuntiva inclusiva conviene recordar que Estados Unidos lleva meses atacando lanchas que salen de Venezuela y ejecutando a sus tripulantes sin necesidad de arresto y/o juicio.

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La Casa Blanca habla de guerra contra el narcotráfico, pero parece el preámbulo de una guerra de las de siempre. Una, eso sí, con originalidades nunca vistas. Este fin de semana Nicolás Maduro insistió en enviar a Estados Unidos un mensaje consistente en repetir en algo parecido al inglés series de este estilo: «Paz, sí; guerra, no; no guerra; respeto, sí; diálogo, sí; guerra, no; nunca, nunca guerra». El presidente de Venezuela incluso presentó la versión musical de estas frases suyas con ritmo de electro-salsa. Y rompió a bailarlas con su señora. Antes había declarado el estado de «rumba total» en el país por el fin de semana. «Rumba, rumba, rumba, rumba, me voy de rumba y no me para nadie», declaró Maduro. Y activó la cadera como el motor de una fueraborda.

Es todo tan absurdo que solo queda pensar que en esos pasos de baile haya otro mensaje para la Casa Blanca: «Cómo voy a liderar el Cártel de los Soles si lo que lidero es este tumbao bien sabroso, Donald». Sería más inteligente que lo de «guerra nunca, nunca». Trump es un hombre sensible al ritmo. El año pasado ganó las elecciones en la democracia más grande del mundo gracias a un baile estático de su invención consistente en mover sobre todo los puños. Y el otro día vimos cómo no pudo contenerse en Malasia. Le recibieron con música en Kuala Lumpur y se puso bailar. Por lo que parece, ahora las cosas funcionan así. Y es imposible apartar la vista. Miren cómo bailan esos hombres raros y enormes sobre la gente y sobre la historia.

¡Vergüenza!

El presidente del Gobierno cree en la inocencia del fiscal general del Estado, aunque acata el fallo del Supremo. Lo repitió ayer en la cumbre del G-20, donde también apuntó que existen otras instancias en las que «se tendrán que dirimir» los aspectos «controvertidos» de una sentencia que nadie ha leído todavía. Lo controvertido, por tanto, se intuye, se adivina, se olfatea. En lo que parece claro que no cree el presidente del Gobierno es en la conveniencia de leer las sentencias antes de opinar sobre ellas. Tampoco en la inconveniencia de que sea justo él quien se dedique a opinar sobre las decisiones del más alto órgano jurisdiccional del país. Por lo demás, los días posteriores a la condena de García Ortiz presentan un cierto aroma procesista. Gabriel Rufián multiplica sus extraescolares demagógicas y Puigdemont escribe tribunas confusas en las que llama al socialismo español a la ruptura. Ayer se manifestaron un millar de personas frente al Tribunal Supremo. Entre otras cosas, gritaban '¡vergüenza!', que es como se dice 'vergonya!' en español. En la manifestación contra el Supremo estaba Baltasar Garzón, exjuez inhabilitado por prevaricación por el Supremo, con lo que se entiende que tampoco sea el hombre partidario.

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