Graves problemas
País Vasco ·
El ministro Urtasun cuestiona el Guggenheim de UrdaibaiLa vasquidad cultural -metal y metáfora- fue en algún momento reciente una idea irresistible en España. Sin embargo ayer Ernest Urtasun confirmó que todo eso ... pasó. Si me lo preguntan, pocas veces se habrá visto un ideal desfallecer tan indefenso ante la pujanza de una alternativa soleada. Málaga en concreto. Puede que exagere. Pero es que ayer el ministro de Cultura señaló en sede parlamentaria los «graves problemas medioambientales» que genera el Guggenheim de Urdaibai, museo para el que el Gobierno central ya ha destinado cuarenta millones de euros en la típica transacción presupuestaria que combina lo ambiental con lo fungible.
Como si fuese anticolonial hasta el punto de cuestionar el poder de las exitosas metrópolís autonómicas, el ministro Urtasun vino a proclamar ayer que es más importante el paraíso natural de Urdaibai que su posible mutación cultureta y prestigiosa. De no ser Urtasun catalán y ministro del Gobierno plurinacional y de progreso, podría haberse puesto bravo, incluso sioux, defendiendo las sagradas praderas vascas. Su postura fue con todo cautelosa y sumisa a la singularidad autonómica: «Si me lo pregunta a mí…», anteponía Urtasun como si lo de ser ministro le hubiese tocado por sorteo mientras hacia cola en la frutería. El que preguntaba era en concreto el popular Javier de Andrés, candidato a lehendakari que desde hace unas semanas se trabaja el puesto en Madrid haciendo en las sesiones de control preguntas enraizadas de las que con toda probabilidad en el país nos enteramos tres o cuatro personas.
Que el propio lehendakari Urkullu sea el que, antes de desalojar Ajuria Enea, ha puesto en cuestión clamorosamente el Guggenheim de Urdaibai ayuda a entender la osadía de Urtasun, que ayer centró al fin en lo medioambiental el problema del proyecto. Graves problemas, dijo el ministro siguiendo la senda del lehendakari. Y situando el hipotético museo en un lugar eminentemente inestable y absurdo: el típico proyecto clave, esencial, inaplazable, cuya naturaleza sigue discutiéndose dieciséis años después.
Incendios
Todos los fuegos
Si es posible extraer algo positivo de un desastre como el del incendio de la semana pasada en Valencia, la lección tiene que ver necesariamente con la prevención. Siempre pasa igual: de pronto un fuego nos recuerda la terrible naturaleza del fuego. Y entonces entendemos que la amenaza de las llamas es uno de esos peligros antiguos e inamovibles que nuestra época arrumba con la certeza ridícula de que todo desastre es un error. Después, durante unas semanas, la impresión del gran incendio funciona como una alerta y se dispara la alarma y aumenta la demanda de extintores mientras se aprieta a las instituciones por el lado del control de materiales y la revisión de instalaciones. Está sucediendo ahora y sin duda es bueno protegerse, como es bueno entender que la alarma define en parte nuestra naturaleza, que es urgente y amnésica. Quienes conocen bien los protocolos del fuego se echan las manos a la cabeza de un modo recurrente al señalar los calefactores precarios, las instalaciones pleistocénicas o las regletas sobrepobladas que tiene en casa cada cual. Faltan unos días para que todos esos avisos nos parezcan de nuevo alarmistas e infundados. Al fin y al cabo, ¿qué podría pasar?
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