
Garrote nacional
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La pugna entre PP y PSOE viaja de Valencia a la EurocámaraQue el barro de las inundaciones de Valencia desembocase en Bruselas era algo que no pudimos imaginar hace quince días, cuando en Europa solo pensábamos ... para recibir fondos y puede que helicópteros. Sin embargo, la catástrofe se ha cobrado ya las suficientes vidas como para transformarse en pura pugna electoral y el PSOE -cuyas narrativas, especialmente las que llegan a la calle, trabajan el espanto del PP de un modo automático- se ha encontrado una baza imbatible: en Valencia el agua subía mientras el presidente comía con una periodista. Así que ayer los populares decidieron defenderse atacando, porque aquí la virtud ni se contempla y porque Teresa Ribera se examinaba en Bruselas para vicepresidenta de la Comisión.
Los populares anunciaron su voto en contra y recordaron el veto socialista a Arias Cañete en 2014. Podían haberse remitido también a los paisanos de Goya moliéndose a garrotazos. A continuación, presumieron de forzar el bloqueo de la valoración de la candidata hasta que comparezca ante el Parlamento español. Un triunfo extraño. «El ambiente hierve», detectó ayer en la Eurocámara el italiano Antonio Decaro, que presidía el interrogatorio a Ribera e hizo la advertencia de la tarde: «No me gustaría utilizar el martillo».
Se echó en falta ese martillo cuando Dolors Montserrat sacó el garrote y situó feroz y solemnísima a Teresa Ribera «ante la historia y tal vez ante los jueces», un poco como si creyese en serio que estaba en los juicios de Nuremberg. La vicepresidenta del Gobierno respondió recordándole lo de avisar a la población cuando hay alertas meteorológicas. Lo que tal vez no esperaba es que a continuación una parlamentaria popular alemana le recordase a ella que lo que tienen en Alemania cuando hay inundaciones son ministerios que responden. O que otro parlamentario popular francés le recordase esa costumbre diferencial del Gobierno español de señalar jueces. Siempre que la trifulca nacional llega a la Unión dan ganas de disculparse con los hermanos europeos, que también soportarán lo suyo, pero cultivan la delicadeza de disimular y no exportarlo, imagino que pensando lo evidente: ¿pero qué culpa tienen los demás?
Reino Unido
La primera gran renuncia en las altas, en las más altas, en las altísimas esferas de la cristiandad relacionada con los abusos a menores es protestante. Ayer dimitió Justin Welby, arzobispo de Canterbury y líder espiritual de la Comunión Anglicana. Y lo hizo porque en 2013, siendo ya la máxima autoridad de la Iglesia de Inglaterra, supo de las denuncias internas contra John Smyth, un influyente abogado que durante décadas abusó «atrozmente» de menores en campamentos religiosos, y no puso de inmediato el caso en conocimiento de las autoridades civiles. De haberlo hecho, Smyth podría haber enfrentado cargos penales antes de morir. Un informe reciente ha demostrado que la Iglesia Anglicana tejió en torno a él «una conspiración de silencio». En su carta de dimisión, el arzobispo de Canterbury asume el término. Aun así, su renuncia no es tanto ejemplar como el resultado de la presión de la curia. Estos días en Inglaterra se ha visto a obispos pidiendo en público una reacción definitiva y el fin de la «cultura de la deferencia», que consiste -quizá le suene- en que de los nuestros nos encargamos nosotros, a nuestra manera, no vaya a ser que se encarguen los policías y los jueces, o sea, los demás.
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