La guerra entre el director del Cervantes y el de la Real Academia arrancó en España y ha llegado a Perú, concretamente a Arequipa, donde ... se celebra un congreso internacional de la lengua. Fue Luis García Montero quien abrió fuego señalándole a Santiago Muñoz Machado la connivencia con las «empresas multimillonarias» y la falta de pedigrí filológico. El ataque fue inesperado, orgánico y absurdo. Como el de un pitbull. El presidente de la Academia evita desde entonces responder. «Accidentes periféricos», ha diagnosticado. Pero el sábado Álvaro Pombo, académico y premio Cervantes, sí respondió y definió a García Montero como un poeta «chiquito pero faltón». Ayer otro académico, Arturo Pérez-Reverte, lo definió como alguien «mediocre y paniaguado».
Publicidad
Es aquí donde debe intervenir la crítica literaria. El insulto de Pombo es mejor que el de Reverte. Y es obligación de nuestros maestros del idioma mantener los más altos estándares de creatividad a la hora de mentarse los muertos. Por Góngora y por Quevedo, claro que sí. Pero también porque en el terreno del insulto literario se disputa siempre un campeonato mundial. Ezra Pound describió a Chesterton como «la vil capa de escoria de un estanque». Gombrowicz definió a Borges como «sopita aguada para literatos». José Donoso llamó a Carlos Fuentes «galán literario de peluquería». Elizabeth Burtzel definió a Bret Easton Ellis como «un bloguero que cree que es inspiración lo que solo es cocaína».
Podríamos seguir, pero no todo va a ser diversión. Luis García Montero ha reorientado el conflicto hacia la sucesión al frente de la Academia, donde al parecer «corre el rumor de Juan Luis Cebrián». He adaptado un endecasílabo de Juaristi para mantener el nivel poético. La verdad es que a veces estoy en todo. Como se sabe, Cebrián es un crítico furibundo del Gobierno. Y García Montero es furibundamente lo contrario. La Generalitat le dio el martes el premio Blanquerna, para matizar tal vez lo de paniaguado. La verdad es que el rechazo casi físico que los creadores sienten hacia el poder siempre resulta admirable. Llegan las noticias desde Arequipa como desde un conflicto al que hubiésemos enviado de reporteros de guerra a los periodistas culturales.
Osakidetza
Sacar la cuenta
El País Vasco se hace cargo del 60% del fondo nacional de compensación que se creó hace una década para abordar los gastos sanitarios que generan los ciudadanos que son atendidos fuera de su lugar de residencia. El dato parecería indicar que la población vasca es numerosísima y lleva, a diferencia del resto de españoles, una vida nómada. Pero no: la explicación es mucho mejor. Aunque no sabemos cuál es exactamente. El Ministerio de Sanidad asegura que el Gobierno vasco ha estado liquidando mal los gastos producidos por la atención que realiza a los pacientes foráneos. Hemos estado curando baratísimo. Lástima que el Ministerio no añada que nunca dijo nada al respecto porque pensaba que lo de invitar a las rondas y a la sanidad formaba parte del hecho diferencial milenario y no se atrevían ni a mencionarlo para no molestar. Pero esperen: la posición del Gobierno vasco es aún mejor. Consiste en acusar al Gobierno central de «falta de lealtad» porque entienden que alguien en Madrid debió avisarles de que no sabían exactamente cómo diablos estaban haciendo las cuentas. Ni siquiera sabemos cuánto hemos pagado de más. Las relaciones entre Osakidetza y el Ministerio atraviesan un momento delicado.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión