Euforia condicionada
España ·
Feijóo es reelegido presidente del PP en un congreso nacional con la tensión de una fiesta veraniegaEl fin de semana político puede resumirse en términos cromáticos. El sábado, el rojo corporativo del PSOE ayudó a transformar Ferraz en una caldera dramática ... y le otorgó al repentino capitán Sánchez el aire de un Ahab que se aferra al timón mientras la tripulación tiembla. Al mismo tiempo, en el congreso nacional del PP las pantallas proyectaban el azulísimo popular y, entre las sonrisas y los vestidos blancos, aquello parecía una fiesta veraniega. La escena hacía pensar en el aire acondicionado como ideal político. Y en la evidencia de que ningún mérito de la oposición es comparable a la inercia catastrófica del rival. Esta inercia llega al extremo de intentar la resurrección feminista y que te salga acosador sexual el tipo al que recurres para superar lo del exministro y las prostitutas.
Feijóo salió del congreso del PP confirmado como presidente con el 99% de los votos e Isabel Díaz Ayuso no escenificó la menor desavenencia. «Tuyo es el partido», llegó a decirle a punto de entregarle también el poder y la gloria como en aquel otro congreso de las tribus de Israel. Lo hizo en uno de esos discursos suyos que se construyen con tiradas de 'stand up'. Tras escuchar a Ayuso con atención, creí entender que el sanchismo es una forma de dictadura comunista que al ciudadano le quita sobre todo las ganas de hacer cosas: una tiranía, imagino, del muermazo.
Luego Feijóo sí enumeró los puntos de un programa electoral para unas elecciones que el PP parece creer tener ganadas de un modo efectivo. Lo asombroso es que las ideas parecen relegadas por la certeza. Por eso el término que más se repite en las crónicas del congreso popular es euforia. Si lo piensan, es extraño combinar el diagnóstico apocalíptico con la alegría incontenible. Como si el neurocirujano te dijese que tus pruebas arrojan resultados desoladores mientras no disimula su alegría por poder abrirte el cráneo. Uno de los espectáculos más estúpidos de nuestra política son los saltos balconeros en la noche de la victoria electoral. Pegar saltos cuando las elecciones ni siquiera existen parece aun más disparatado. En ambos casos la pregunta es instantánea: ¿por qué diablos estarán tan contentos? La respuesta también es instantánea, claro, y además es preocupante.
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País Vasco
Generación mascarilla
Con la pandemia del coronavirus sucede algo curioso. Nos hemos apresurado a olvidarla como los galos de Astérix olvidaban la derrota en Alesia, pero su existencia sigue sirviendo como excusa cuando se te obliga a escanear un código QR para acceder a un menú o cuando se te obliga a tener cita previa para ser atendido en instancias oficiales. Que la política también recurra a la pandemia como excusa polivalente contribuye a que la apelación al virus sea siempre sospechosa. Sin embargo, hay problemas derivados del covid que siguen por afrontarse. Entre ellos, el de los niños que aprendieron a hablar en un mundo en el que todo el mundo llevaba mascarilla. Eso provocaba que los sonidos no fuesen tan claros como deberían y, sobre todo, que los pequeños no pudiesen ver los movimientos de las bocas de quienes emitían esos ruidos tan evidentemente útiles. Los casos de niños con problemas en el habla se han multiplicado en las consultas de los logopedas. El problema se completa porque los logopedas son especialistas que escasean en Osakidetza. Las listas de espera van de los ocho a los doce meses: un periodo de tiempo que es todavía más inasumible cuando tienes seis años y hay sonidos que te salen regular.
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