El ala pedestre
El PSOE demuestra que la vida de los partidos no responde a la lógica de las ideas sino a la del poder
Velocidad y premeditación. Son los dos factores a los que Pedro Sánchez se refirió el sábado para asumir la mala gestión del caso de Paco ... Salazar. Hubo un «error en la velocidad que lamentamos», explicó el presidente. Pero el error «no fue premeditado». Si lo de Salazar combinando el acoso sexual con el abuso de poder en el ala pedestre de Moncloa sigue complicándose, puede que las disculpas del PSOE las emita directamente un ingeniero de Fórmula Uno mostrando métricas de feminismo y elusión: «En lo de Paco con la bragueta abierta en el centro de mando gubernamental nos ha fallado el 'grip' por un problema de 'blistering', pero les aseguramos que fue todo sin querer».
El problema es, por supuesto, que la reacción a las denuncias internas contra Salazar confirma lo evidente:aun en las organizaciones que más presumen de feministas, el feminismo queda sepultado por la lógica del poder, que es algo que en los partidos se ejerce con un despotismo que avergonzaría a Gengis Khan. Los partidos tienen el mandato constitucional de observar un funcionamiento democrático y funcionan como pirámide tróficas a mayor gloria de los que mandan. Por eso conviene que de las denuncias por acoso se ocupe la justicia y no instancias internas que se demuestran diseñadas para el control de daños antes que para defender los derechos de nadie. Sin embargo, el PSOE no lleva las denuncias de sus trabajadoras a la fiscalía o el juzgado. Ni siquiera tras los impremeditados errores de velocidad. En el caso de Salazar, mientras esos errores dejaban en el limbo las denuncias, el denunciado seguía influyendo al máximo nivel con el método de la asesoría externa. Para terminar de rematarlo, lo que preocupa ahora no es lo ocurrido sino sus implicaciones electorales. Porque no va a ser fácil de explicar lo que la situación tiene de retrato de los tiempos recientes: de puertas afuera, los mensajes más demagógicos y las campañas más desaforadas ante, por ejemplo, los gritos en un colegio mayor; de puertas para dentro, la evidencia de que todo sigue igual y las mujeres que aspiran a progresar en una organización política no deben poner ni mala cara ante las groserías y baboseos de un hombre que disponga del suficiente poder.
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