'Online'
Me parece alarmante la hipertrofia del yo. ¿Qué clase de sociedad va a salir de aquí?
Recuerdo que hace años vi una película un poco futurista, pero tampoco mucho (he olvidado el título) en la que el único personaje era un ... hombre que vivía solo y trabajaba en su propio apartamento. Lo hacía todo a través del ordenador. Enviaba sus informes, mantenía conversaciones, encargaba comida. Y supongo que también satisfacía sus necesidades y deseos sexuales con el dichoso y maldito ordenador. El caso es que nunca salía de ese espacio confortable y cerrado. Recuerdo que ese modo de vida me produjo entonces un tipo de espanto más perturbador que cualquier película de miedo. Quizá porque lo intuía posible y cercano. En el fondo, aquello me parecía una cárcel. ¿Quién querría vivir en un mundo así?, me preguntaba.
Y sin embargo, mira: ya está aquí. Y para muchos no resulta tan terrible. Es cierto que, de repente, el espacio del que disponemos y las condiciones de nuestras viviendas han adquirido una gran importancia. No es lo mismo, claro, estar confinado en un piso interior de 60 metros cuadrados que en una casa de pueblo amplia y con jardín. Como no es lo mismo compartir el tiempo de reclusión con alguien al que amas, que tener que convivir con alguien a quien no soportas. O estar solo. A ese respecto, la diversidad de las situaciones puede ser casi infinita. Y estoy seguro de que tiene que haber verdaderas tragedias calladas en el interior de algunas viviendas. Pero también hay mucha gente a la que este estado de alarma le ha sorprendido de un modo agradable. Gente que ha retrocedido a la madriguera del yo y, de pronto, ha descubierto ahí una zona de confort que había olvidado (o desconocía). Gente poco habituada a estar sola y a disponer de tiempo para reflexionar con calma, que está experimentando el confinamiento como una especie de reencuentro o incluso de reconciliación consigo mismo.
En cualquier caso, lo cierto es que el yo va a más. El yo crece y crece. Se dilata cada día. Y ojo, no digo que me parezca una buena noticia (más bien lo contrario), pero me da la sensación de que este es un camino sin retorno que forzosamente tendrá que tener efectos en el área laboral, social y política a corto plazo. Pérdida de contactos, indiferencia, insolidaridad, fobia o pereza social y, sobre todo, miedo a tocar al otro. Miedo a lo común, a lo colectivo, a lo público. Y esto sí que me parece a mí alarmante: la hipertrofia del yo. ¿Qué clase de sociedad va a salir de aquí? Ya he visto los primeros anuncios de una plataforma médica 'online'. Todo va a ser 'online'. La vida 'online', está ahí: a la vuelta de la esquina. Me pregunto si no deberíamos estar aterrados.
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