Número uno
Furgón de cola ·
Djokovic se contagia de Covid-19 en un torneo organizado por él mismoPablo Martínez Zarracina
Miércoles, 24 de junio 2020, 00:05
Novak Djokovic es el número 1 del ranking de la ATP y sube como un cohete en el de peligrosidad de la OMS. Al tenista ... serbio le ha salido mal. Fatal. Organizar un torneo de tenis presuntamente benéfico y terminar tú mismo, junto al menos otros cuatro tenistas, contagiado de coronavirus es el colmo de la estupidez. Que los contagios no hayan tenido lugar en un ambiente de máxima seguridad, sino en uno en el que todo el mundo se juntaba como si tal cosa, tanto en la pista como en la discoteca, convierte a Djokovic en culpable. Que el tenista, un personaje de fama mundial, se haya distinguido como uno de esos antivacunas que desconfía de la ciencia y prefiere «estudiar» los asuntos por sí mismo justifica el ensañamiento. Que un personaje cuyo apellido prácticamente termina en 'covid' se arriesgue de este modo a ponerle el juego de palabras a huevo a media humanidad es, por último, asombroso.
A favor del deportista serbio, hay que valorar que en las imágenes de la fiesta posterior al torneo, en lo que parece una pista de baile superpoblada de tenistas sin camiseta, se ve a un joven, igualmente descamisetado, que repta por el suelo sin utilizar los brazos, dando barrigazos rítmicos. Salta a la vista que es su paso de baile estrella y que es probable que se refiera a él como «la oruga funky». Voy a decirlo: un grupo humano que acoge a un individuo de tanta valía merece una segunda oportunidad. Esos chicos son, además, eslavos: suena una pandereta y les hierve el alma. Aunque el tenista Bruno Soares es brasileño, imagínense, y ha definido lo de Djokovic como el «'show' del horror». Después, ha acuñado un epigrama que los deportistas millonarios y los adolescentes en general deberían anotar: «Aunque estés en el Polo Norte, con todo lo que está pasando, no salgas de fiesta y lo cuelgues en Instagram».
El asunto nos devuelve el viejo debate sobre la ejemplaridad de los deportistas famosos. Antes o después saldrán los niños. Sin embargo, deportistas como Djokovic no son ejemplos, son dioses. Y a los dioses nunca se los adora gratis. Al comienzo de la Ilíada, Apolo, «semejante a la noche», lanza sus flechas y propaga la peste entre los aqueos. Pues Djokovic igual, solo que en Belgrado y con el primer servicio. O con el segundo cubata. Según la hora.
País Vasco
Don bebé
Nekane Murga informó ayer de que en la última semana se han contagiado de coronavirus veinte menores de 19 años; entre ellos, varios bebés. Los contagios se han dado en el ámbito familiar y deben de tener una explicación sencilla: los bebés han pasado de mano en mano, de regazo en regazo, en los reencuentros que estos días se han generalizado en las familias. Nekane Murga recuerda que hay que tener cuidado con los pequeños, por más que en ellos la enfermedad no suela cursar con gravedad. Dispuesto a colaborar en las políticas de salud pública, creo que tengo un truco para evitar los achuchones. Si se fijan, los bebés, tan orondos, temperamentales y ensimismados, se parecen siempre a uno de estos personajes: Churchill, Adorno, Juan Pablo II o Emilia Pardo Bazán. A partir de ahí, tratarlos con distancia y respeto es más fácil. No coge uno en brazos para hacerle carantoñas a un personaje histórico de primer nivel.
EE UU
Bombas Bolton
Ahora que circulan las mejores páginas del libro de John Bolton sobre Trump y que Trump ha dicho que Bolton debería ir a la cárcel, conviene recordar al personaje. Bolton es un halcón que considera que los países existen para ser bombardeados. Tiene fama de ser cruel con sus subordinados y servil con sus jefes. Entre sus éxitos, la invasión de Irak. Quiso bombardear Corea del Norte. Como recién salido de un libro de Vonnegut, hace unos años, publicó un artículo de título inmejorable: 'Para parar la bomba de Irán, bombardea Irán'.
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