La no-violencia como único camino
El 30 de enero, tras casi una semana de trabajos, discusiones y disquisiciones varias, se conmemora en las escuelas el Día de la Paz y ... de la No-violencia. Ese mismo día, en 1948, Mahatma Gandhi fue asesinado cuando se dirigía a rezar. Es por ello el recuerdo y la conveniencia de que los escolares trabajen y reflexionen sobre la necesidad de implantar alternativas a la violencia. Está bien. Todo es bonito, colorido, pues hay globos y guirnaldas, y hasta se entonan cantos que ensalzan la amistad entre los seres humanos. Así se expresan con algarabía las pretensiones teóricas y se hacen votos por ser buenos y no pegar ni insultar nunca más a nadie. No está mal.
Un día como el citado es lo último que hubiera deseado Gandhi. Nada más lejos de la conjugación de los verbos hablar y festejar que la propia vida de aquel revolucionario indio. En primer lugar, porque la no-violencia no es alternativa sino más bien una regla de conducta incompatible con los sentimientos de odio. Es el único camino de humanización posible. En segundo lugar, la no-violencia permite una vida plena en sociedad al acentuar de manera férrea el respeto a la dignidad humana. La no-violencia excluye la existencia del acto violento, profundamente antihumano, a la vez que evidencia la contradicción de considerarla de manera natural como una alternativa más. Por ello, educar en un entorno no-violento obliga a una consideración temporal mucho mayor. Empuja a trascender las fechas destinadas al mero recuerdo y a la recreación histórica. Al mismo tiempo, la regla de conducta no-violenta se apoya en el acto de educar concebido sobre un concepto mucho más amplio que el de la mera escuela. Todos los ámbitos sociales deberían de estar inmersos en esa tarea de asumir que la violencia, su sola consideración, nos denigra como seres humanos.
Por desgracia, lo que se vive en las escuelas trasciende muy poco al resto de las esferas de la vida, mucho más influyentes, al fin y al cabo, que las aulas y los maestros. Hay demasiada violencia. Se recurre al golpe con facilidad. Se insulta y se humilla con impunidad, sin conciencia de indignidad. Hacemos de la violencia una regla de vida mucho más atractiva que la no-violencia. Es natural, se dice. Cosas del instinto. Y así nos rebajamos moralmente al justificar nuestro sesgo más atávico y renunciamos con ello a una evolución mucho más digna. Aun así, conviene no perder de vista las fechas, ni a los hombres que las dieron sentido. Gandhi, Luther King, Tolstoi, Lanza del Vasto y todos aquellos que se ofrecieron a la lucha sin destruir ni odiar al prójimo.
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