El honor de un barman

Lunes, 18 de agosto 2025, 00:02

En su documentado libro 'Cabaret Iberia', Alfonso Domingo se refiere a un muchacho que debió hacer el servicio militar en África. Fue hace más de ... un siglo, en la época del Desastre de Annual (donde, en pocos días, murieron más de diez mil soldados españoles). Este joven entró como soldado raso y, dos años después, salió como sargento. Se había hecho muy popular entre los oficiales por prepararles cócteles en la misma línea de batalla. No se trata del 'catering' para una celebración, sino de las bebidas, por lo general alcohólicas, en las que se mezclan diferentes ingredientes: licores y zumos. Combinados para cada hora del día y de la noche, pueden adecuarse al estado de ánimo del degustador.

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Se trata del célebre Perico Chicote, quien quedó huérfano de padre con cinco años de edad y debió espabilarse muy tempranamente para contribuir a que su familia superase la precariedad económica. No tardó en alcanzar notoriedad en su oficio y con treinta y dos años estableció el Bar Chicote, en la Gran Vía madrileña. En 1934, a propuesta del honrado y ejemplar Julián Besteiro, pasó a gestionar el bar del Congreso de los Diputados, donde demostró su experiencia y discreción, su generosidad y don de gentes. Me llama la atención, y me cuesta creerlo, algo que Alfonso Domingo dice de él: «Inventó muchos cócteles, pero nunca se tomó ninguno, ni de los creados por él, ni de los ya inventados. Solo tomaba Rioja y en ocasiones vino tinto con sifón».

En su 'Decálogo del barman', Chicote decía que debía respetar y querer al cliente sobre todas las cosas, no utilizar su nombre sin previa y expresa autorización, honrarle en presencia y en ausencia.

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