La libertad valiente de José Mari
El que sean tantas las muertes estos días no debe abotargar nuestra sensibilidad ni banalizar cada caso y deja pendiente la despedida que su dignidad exige. Pero cuando se trata de una persona que conoces y valoras especialmente, que desconocías que estuviese luchando con la enfermedad, en buena edad todavía, que ha sido un referente de dignidad en momentos muy críticos, entonces sientes un golpe seco que te conmueve, una sorpresa que te paraliza, llamas al amigo común más cercano, lloras por dentro y necesitas expresar los sentimientos. Esto me ha sucedido cuando me he enterado por la televisión de la muerte de José María Calleja. Las amistades fraguadas entre las amenazas de ETA y las denuncias de sus crímenes tienen una hondura muy especial. José Mari trabajó en la ETB de 1987 a 1995 y durante algún tiempo tuvo a su cargo el telediario de mediodía, espacio estelar. Eran los años más duros de ETA. En estas circunstancias Calleja fue un periodista ejemplar, honesto, valiente, que informaba con rigor de las barbaridades etarras, que no usaba para hablar del terrorismo los eufemismos impuestos por la corrección política de los que mandaban en el País Vasco. Sabía que se jugaba la vida y también el puesto de trabajo. Sus teleberris eran una referencia de libertad y de coraje cívico en un terreno claramente hostil.
Mi relación con José Mari nació entonces. Cuando había un atentado empezó a llamarme para que fuese a los estudios de Yurreta y tuviésemos un breve diálogo dentro del informativo. Se trataba, por supuesto, de informar y condenar el atentado, y también de analizar las circunstancias y de sacar a la luz el fanatismo ideológico y la degradación moral. No preparábamos ningún guion, ni hacía falta, nuestra coincidencia era plena y queríamos movilizar a una sociedad, en parte cómplice, en parte amedrentada y, sobre todo cómoda e insensible. Estábamos en la mesa José Mari y yo, y un poco separado el entrañable Txetxu Ugalde que iba a intervenir después para hablar de deportes. Además José Mari sacaba siempre que había algún atentado imágenes de la concentración silenciosa de repulsa de Gesto por la Paz. Para poderlas emitir en su programa de mediodía, solía enviar la cámara a la Universidad de Deusto, donde la concentración tenía lugar a media mañana.
En aquella ETB Calleja era un francotirador, un aire fresco de libertad e independencia profesional y cívica, hasta que llegó un director sectario que decidió quitarle con la excusa de «tus informaciones incomodan a mis amigos». Cuando ETA declaró la tregua, José Mari, por fin, pudo salir a pasear por San Sebastián con su familia y un día quedamos simplemente para darnos un abrazo en la Concha junto al mar. En los momentos de crisis la primera que peligra es la verdad. Lo vemos también ahora en la crisis del coronavirus. José Mari por defender la verdad pasó por la cárcel de la dictadura y vivió bajo las amenazas etarras. La enorme valentía de José Mari estuvo siempre al servicio de la verdad. Lloramos su muerte y agradecemos que hiciese del trabajo periodístico, en circunstancias muy difíciles, un referente social de verdad y libertad.
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