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El dios móvil ya decide por nosotros. A él nos encomendamos en nuestras plegarias y en él depositamos la ilusión de sentirnos reconocidos

Viernes, 11 de mayo 2018, 00:36

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Dicen los que saben de esto que la nueva aspiración humana es estar conectado. En la base de la pirámide de Masslow se nos ha ... colado esta última necesidad, un ansia irreprimible y contagiosa de sentirnos a todas horas en contacto con los otros a través de los 'gadgets' electrónicos. Y sobre todos ellos el móvil. Nunca la humanidad ha dispuesto de un artefacto tan fascinante al alcance de tanta gente. Ensimismados y a la vez extravertidos, aislados frente a nuestra pantalla pero al mismo tiempo volcados al mundo a través de ella, hemos convertido al móvil en algo más que una útil herramienta. Es el mediador por excelencia entre nosotros y la realidad, el conducto por el que circula nuestra identidad en busca del sentido perdido, el tótem de la religión verdadera. El dios móvil ya decide por nosotros. A él nos encomendamos en nuestras plegarias y en él depositamos la ilusión de sentirnos reconocidos. Desde que el móvil apadrina y bendice nuestra relación con el universo, con las cosas y con las personas, apenas queda acontecimiento donde no esté presente ni función vital que no pueda ejercerse por medio de él: con el móvil se ama y se discute, se trabaja y se juega, se ahorra tiempo y se mata el tiempo, él nos excita y nos consuela, nos relaja y nos mantiene alerta, cuida de nuestra salud y fomenta nuestras adicciones. No extraña que sea objeto de una veneración a toda prueba, debido principalmente a que su uso crea la ilusión del poder, o al menos la ilusión de su utilidad de navaja suiza llevada al reino de lo virtual. Hay quienes aún creen que las ilimitadas prestaciones del móvil nos hacen más libres e independientes. No tienen en cuenta que, de todos los objetos, herramientas o aparatos a los que ha venido a sustituir, el principal es la argolla. El móvil no está de nuestro lado, sino del lado del enemigo. Por cada información que nos facilita, son innumerables los datos nuestros que proporciona al Big Data. Cada deseo propio que satisface es al instante transformado en registro que nos clasifica, ordena y expone convirtiendo nuestra identidad en mercancía. Cuando crees evacuar una consulta estás rellenado un completo informe sobre tus preferencias. Cada compra que haces por la red es un buzón abierto a avalanchas de publicidad adaptadas a tus gustos. El móvil nos hace delatores de nosotros mismos. Uno de los principales motivos de que los chicos de ahora consideren viejunas las películas de hace pocas décadas es que encuentran inverosímil que antes se pudiera vivir sin móviles. Ahí está la prueba definitiva de que el móvil ha sustituido al grillete. Y eso explica quizá que lo llamen 'smartphone', o sea, teléfono inteligente. Inteligente no por lo avanzado de sus utilidades, sino porque ha logrado hacernos creer que nos da poder cuando ya nos ha hecho siervos, y además dejando en nuestras manos la tarea de resolverles el trabajo a los poderosos.

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