Un golpe relámpago
Biltzkrieg', la 'guerra relámpago'. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias dieron ayer el efecto sorpresa al anunciar el preacuerdo de un «gobierno progresista de coalición» entre ... el PSOE y Unidas Podemos. La misma rapidez con la que fue gestada la moción de censura contra Mariano Rajoy en 2017. Lo que no fue factible en el mes de julio por «diferencias insalvables» entre ambos líderes puede ser posible ahora haciendo de la extrema necesidad virtud. Caben muchas críticas a este giro forzado y el repaso de la hemeroteca se puede convertir en una munición bastante golosa para muchos. El abrazo presenta este flanco bien vulnerable mientras el bloqueo seguía minando el crédito de la política a pasos agigantados. Pero es indudable que, si se confirma, el entendimiento abre un nuevo ciclo en la política española que conduce, por fin, al final del atasco. Un enorme desafío para la izquierda que, por primera vez en democracia, puede llegar al poder con una inédita alianza.
Uno de los grandes misterios del desenlace es la rapidez del mismo. Pedro Sánchez ni mencionó en la ejecutiva federal del lunes su apuesta por una coalición con Podemos, que por la tarde negociaría con Pablo Iglesias en persona. Sabía que tenía manos libres para ello. La opción de este pacto deberá ser refrendada por el comité federal y por la militancia del PSOE. También en Podemos y en Izquierda Unida. Este principio de acuerdo mete una considerable presión a los demás partidos. No tanto al PNV, que terminará por apoyar este eje de gobierno previsiblemente, pero sí en Ciudadanos, que se comprometió a facilitar el desbloqueo. Y también en Esquerra que, a pesar de la gesticulación actual, tendrá que debatir si termina por facilitar la investidura y se abstiene o mantiene el bloqueo junto a una derecha en tromba que va a presentar el acuerdo con una apocalíptica escenografía frentepopulista. Porque el mayor talón de Aquiles de este Gobierno será Cataluña.
Llama poderosamente la atención la rapidez del preacuerdo, tejido en la sombra ayer mismo entre Iván Redondo, director de gabinete de Moncloa; Adriana Lastra, vicesecretaria general del PSOE, e Irene Montero, de Unidas Podemos, después del primer encuentro Sánchez-Iglesias el lunes. El cambio de contexto ha sido determinante. En el PSOE, tras el agridulce resultado del domingo, comenzaban a surgir algunas voces contra la estrategia electoral auspiciada por Redondo. Los reproches empezaban a salpicar a Sánchez, todavía en privado. Su apertura al centro, que ha fracasado en las urnas, entraba en contradicción con el mensaje de 'izquierdas' con el que el líder socialista había ganado las primarias en el PSOE. El 'ajedrez aletorio' que tanto apasiona al asesor donostiarra amenazaba con enquistarse sin llegar al jaque mate. El rechazo a unas nuevas elecciones y el fantasma de Vox han precipitado el vuelco.
Este experimento, si prospera, será una experiencia singular en Europa. Una coalición de izquierda fraguada el 11 de noviembre, la fiesta del Armisticio, una fecha cargada de simbolismo, cuando franceses y alemanes sellaron el fin de la Primera Guerra Mundial. Así ha sido la 'paz de la izquierda', negociada en secreto y desconcertante para la mayoría.
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