En lo que se diría una evolución prometedora, el País Vasco parece a punto de sufrir una crisis de refugiados sin necesidad de que lleguen ... refugiados. Será cosa de la innovación. O de la cercanía de las elecciones. Refresquemos el conteo de improperios antes de seguir. Eneko Andueza definió ayer el discurso del PNV sobre el centro de refugiados que el Gobierno proyecta en la clínica Arana de Vitoria como «xenófobo» y propio de «la más rancia derecha y extrema derecha». A continuación, el líder del PSE descartó la crisis con sus socios, pero no al mismo volumen. Qué raro. Una mínima coherencia le obligaría a garantizar la estabilidad del Gobierno vasco del siguiente modo: «No hay crisis, son nuestros xenófobos de la más rancia derecha y extrema derecha».
Publicidad
Que Bildu y Podemos también rechacen el proyecto de la clínica Arana por considerarlo, como el PNV, un «macrocentro» hace pensar en que aquí todo el mundo es ultraderechista. Otra opción es que todos tengamos interiorizado que el Estado compuesto consiste en que el Estado provee y se las compone de inmediato para desaparecer, no vaya a verse en algún sitio oficial la bandera equivocada. En las últimas horas ya no está tan claro que el ministro Escrivá quiera llevar a los refugiados a Vitoria en secreto y a traición. Hubo contactos entre las instituciones «al más alto nivel». Y el mismo Gobierno vasco se interesó por la clínica Arana como un buen lugar para la acogida. Si no entienden nada, yo se lo explico. Un centro con trescientas plazas en Vitoria es un macrocentro estabulario si lo organiza el Estado mientras que un albergue en Oñati con cien plazas ampliables es un centro íntimo, artesanal y personalizado si lo organiza el Gobierno vasco. El PNV rechaza el centro de Vitoria porque no es sofisticado como la política de acogida vasca. Luego tenemos a la gente durmiendo en frontones y a los refugiados afganos despidiéndose porque aquí no consiguen salir adelante y se van a comunidades con alquileres más baratos o a países con más oportunidades. Como Vitoria sí es un Ayuntamiento que está en juego, todo puede empeorar a fuerza de cálculo y demagogia. Antes de seguir causándole tantas molestias y disgustos a una sociedad ejemplar como la vasca, no descarten que los refugiados terminen dándose la vuelta para que los maten cuanto antes en sus países.
Nueva Zelanda
Sin depósito
Jacinda Ardern anunció ayer que deja la presidencia de Nueva Zelanda porque no le queda nada en el depósito y yo me fui a los periódicos del país para ver qué le estaban haciendo a esa mujer. Pues no parecían muy duros. Estaban conmovidos. «Ningún primer ministro en la historia ha tenido que lidiar con el nivel de vitriolo que Ardern ha tenido que soportar de manera agotadora», escribía Vera Alves en el 'Herald'. Se refiere a Nueva Zelanda, claro. Nos dimite a nosotros un líder porque está sin energía y, dejando a un lado que habría que comprobar que lo de Rajoy es solo un desmayo, no tendría el cesante forma de evitar el instantáneo tsunami de oprobio e ironía. Lo de Jacinda Ardern es extraordinario. No me refiero al liderazgo fuerte y amable, sino a lo de ayer: quitarse por las bravas de la droga del poder.
Cataluña
El saludo
Pere Aragonès saludó durante veinte segundos a Macron y se fue corriendo al Palau a hacer una declaración oficial. Ojalá hubiese anunciado que el francés tiene la mirada azul como el cielo de Montmartre y la mano deliciosamente hidratada. Tras los insultos a Junqueras, Aragonès necesitaba rentabilizar el saludo, pero le faltó ambición. Y guionista. Yo le habría puesto a declarar oficialmente que le bastaron veinte segundos para notar que Macron le daba la mano 'avec une affection paternelle', o sea, como se la dio Athos a D'Artagnan -que era gascón, prácticamente catalán- tras descubrir que Milady, pese a su cabello inolvidable y su belleza paralizante, no era de fiar, como Puigdemont y Sánchez, respectivamente.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión