el año de las elecciones
El año que viene ha caído en este, que ya sabemos que los tiempos cambian que es una barbaridad. El Gobierno español se ha desentendido del adoctrinamiento en las aulas catalanas, mientras Sánchez no ve ningún elemento para la polémica, más que las ganas de discutir que periódicamente nos acometen a los españoles, que nunca nos conformamos con lo que no tenemos. Estamos gobernados por la estadística, lo que no deja de ser un homenaje a la democracia. ¿Es esta la España que queremos la mayoría de los españoles? Dice Abascal que Rivera es un «petit Macron henchido de cosmopolitismo», mientras el Gobierno español se desentiende de lo que es más apremiante, que es que Cataluña no se vaya. Lo que está haciendo posible no nos parecía probable, pero la fiebre independentista lo está haciendo cierto.
No puede España luchar contra ella misma porque es una batalla donde no habrá vencedores ni vencidos y perderemos todos. Unos primero y otros también primero, pero el impávido Pedro Sánchez no apreció ningún motivo serio de preocupación, ni siquiera que se haya acabado el carbón, mientras sigue el frío. Para entrar en calor acabaremos todos corriendo aprovechando que es el día de San Silvestre y nos entrarán unas ganas locas de correr para huir de nosotros mismos sin tener que alejarnos de la realidad. Un empeño difícil, pero no del todo imposible, aunque los expertos digan que lo peor es lo que nos espera. Habría que prohibir el desánimo porque si nos caemos nos tendremos que levantar nosotros mismos. Y tenemos las manos ocupadas. Echando humo y nada.