El acuerdo para la investidura de Pedro Sánchez firmado por el PSOE y el PNV incluía una apuesta «firme, urgente y decidida» por completar la ... llegada del tren de alta velocidad a Euskadi. Aunque llueve sobre mojado, no por ello resulta menos frustrante comprobar cómo los compromisos adquiridos sobre un proyecto estratégico para nuestra comunidad se convierten una vez más en papel mojado, lo que daña la credibilidad de las instituciones y merma la confianza ciudadana en ellas de forma irremediable. El final de las obras del TAV ha quedado pospuesto otros dos años, hasta 2026, según se desprende del proyecto de Presupuestos del Estado. Habla por sí solo el hecho de que hasta ahora se hayan barajado doce fechas para su inauguración -incumplidas una detrás de otra- y que, en el supuesto de que esta vez sí se respetara el calendario previsto, el País Vasco se sumaría a la modernización del transporte ferroviario en España 32 años después de la puesta en marcha del AVE. Las objetivas dificultades de toda índole con las que ha tropezado el proyecto desde sus inicios en modo alguno justifican una demora de ese calibre, que supone un lastre para la competitividad de Euskadi.
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