Esfuerzo sin fin en la educación

Podría pensarse que el gran confinamiento de la primera ola constituyó la más dura prueba para las familias con hijos menores en estos casi dos ... años de pandemia. Y sin duda tensionó la convivencia de padres e hijos que, de repente, se vieron forzados a desarrollar su principal actividad, trabajar y estudiar, en remoto. Los hogares soportan ahora el sexto asalto del coronavirus con una notable experiencia acumulada pero exigencias derivadas de la elevada contagiosidad de ómicron. Una primera, la enorme dificultad que plantean los aislamientos de los chavales a la hora de poder atenderlos en el domicilio por parte de progenitores con responsabilidades laborales en empresas diezmadas por las bajas. Y otra no menos relevante: la necesidad de garantizar que la ausencia temporal de las aulas de niños y niñas no agudiza desigualdades de partida. El esfuerzo sin fin de las familias precisa de todo el apoyo que pueda proporcionar la Administración educativa, con soportes tecnológicos y con el adecuado respaldo a la labor de un profesorado que a la prioridad de mantener abiertas las escuelas suma la obligación de evitar que sus alumnos se descuelguen al otro lado de la pantalla.