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La inmigración se ha destapado como un tema estratégico que pide paso en Euskadi. El dilema sobre cómo afrontar un fenómeno global imparable ha provocado ... un duro cruce de reproches -ya apaciguado- entre PNV y PSE, socios del Gobierno vasco. Sus discrepancias revelan la complejidad del reto de la acogida. Enfocarlo como una oportunidad supone aprovechar el inmenso potencial de los nuevos vascos en el empuje del mercado laboral, el consumo y la demografía. Pero hacerlo sin compartir un diagnóstico común ni medidas que aborden el desafío en toda su profundidad solo puede provocar tensión en los partidos y frustración social. Y lo que puede ser peor, desviarse del fin común: favorecer la formación y la integración de los recién llegados en una sociedad cada vez más plural.
Es aconsejable que el debate venga acompañado de un retrato fiel de la inmigración. Información antes que sesgos para aplacar la xenofobia. Rigor antes que un exceso de voluntarismo que puede acabar alimentando el auge ultra y populista como en Alemania y Reino Unido, obligados a corregir sus políticas de 'puertas abiertas'. Los clichés sólo estigmatizan al colectivo y generan la percepción de agravio en la población local de forma exagerada cuando no falsa. El fenómeno migratorio exige planificación, pero también capacidad para hacer frente a lo que es una crisis humanitaria. Mientras haya personas dispuestas a poner en riesgo su vida en un cayuco, no bastará solo con afrontarla desde el orden. El mundo ha cambiado y Europa no puede gestionar la inmigración transfronteriza con patrones de cálculo y selección.
Euskadi debería emplear su experiencia con el aluvión de emigrantes recibido de otras regiones en los años sesenta, atraído por el despegue industrial, para aprender de sus errores y aciertos. Tierra de acogida de una generación que capeó el desarraigo y durísimas condiciones para prosperar. Incluso en chabolas como paradigma de su determinación por el porvenir cuando el Estado del bienestar aún estaba en mantillas y la democracia era un sueño. Fue una lección ética de dignidad, sacrificio y solidaridad para convivir en una sociedad que ahora lleva su mestizo perfil. Hoy ese bagaje debería ser más que un compromiso en el ADN de la pluralidad vasca. Por encima de ideologías, esa es la herencia transmitida a los líderes de los partidos encargados de ampliar la casa común, se apelliden Pradales Gil, Esteban Bravo, Andueza Lorenzo, Otxandiano Kanpo o De Andrés Guerra.
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