Por una igualdad real
El 8-M se ha afianzado como plataforma de una lucha contra la discriminación de género de cuyo éxito surgirá una sociedad mejor
Las calles de Euskadi y del resto de España volvieron a canalizar ayer un grito colectivo en favor de la igualdad real en las masivas ... movilizaciones que las recorrieron con motivo del Día Internacional de la Mujer. Un clamor que cobra creciente fuerza en unas sociedades democráticas cada vez más concienciadas, cuyos progresos en ese terreno son tan innegables como insuficientes, y que sigue ahogado por una mordaza en autocracias de todo el mundo. Una reivindicación que gana adeptos sin cesar, pero en la que los obstáculos para pasar de las palabras a los hechos son derribados a un ritmo muy inferior al deseable. De ello no son solo responsables las instituciones y los poderes económicos, sino también una ciudadanía que ha de trasladar a su vida cotidiana -a los cuidados, al reparto de las tareas domésticas, a gestos de supuesta supremacía masculina asentados en el tiempo, al lenguaje...- comportamientos alineados con un objetivo de justicia cuya consecución es tarea de todos.
La lucha por la igualdad comienza por una educación que pivote sobre un principio tan básico como que nadie es superior a nadie por razones de género porque todas las personas tienen la misma dignidad e idénticos derechos. Y sigue por la rotunda deslegitimación de cuantas actitudes lo vulneren, ya sea de palabra o de obra. La necesidad de esa pedagogía desde edades tempranas queda demostrada por realidades tan inquietantes como la proliferación de prácticas de dominación en parejas jóvenes y el aumento de las agresiones sexuales entre adolescentes. Unas manifestaciones del enquistado machismo que se resiste a desaparecer de nuestra sociedad y que encuentra su expresión más lacerante en la violencia de género. El reforzamiento de la protección policial y de las ayudas a las víctimas, aprobado ayer por el Consejo de Ministros junto a una reactivación de la ley de trata, debe suponer un avance en ese ámbito.
El 8 de marzo se ha afianzado como símbolo del empoderamiento de la mujer y plataforma de unas demandas cuya consecución no va contra nadie, solo contra discriminaciones injustificables, y de la que surgirá un mundo mejor. Frente a la corriente reactiva contra los últimos avances que en realidad aspira a prorrogar privilegios, los hombres están llamados a tener un destacado protagonismo en esa tarea. A ello debe ayudar un feminismo transversal en lo ideológico, que conecte con las distintas generaciones y tan exigente como con los pies en el suelo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión